Saqueos por ordenanza / Pedro Reino

Columnistas, Opinión

Pongámonos frente a la evolución de la historia para ver si hemos progresado, si estamos estancados o a lo mejor nos hemos quedado retardados en cuanto tiene que ver con las llamadas ordenanzas. “Una ordenanzas es, desde el siglo XIV, el instrumento en poder del concejo o regimiento para ordenar la vida local y hacer posible la convivencia entre los vecinos de una jurisdicción… Generalmente las ordenanzas son la puestas por escrito de las viejas costumbres por las que se han regido los miembros de la comunidad vecinal desde tiempo inmemorial.” (Publicaciones de la Universidad de Cantabria, 2006). Muchas ordenanzas actuales, en nuestro medio, se esquivan o se enlazan, según conveniencia, ya no con el poder del Rey al que antiguamente estuvieron sometidas, sino de su sustituto, que es el Estado que controla de modo abstracto a sus conciudadanos.

Antiguamente, las ordenanzas tenían enfoque coercitivo para sancionar infractores, aplicando penas pecuniarias o en especie, privación de libertad, destierro, y las famosas penas corporales con reglamentación de número de azotes. Tal vez el destierro y las flagelaciones es lo que se ha superado en el siglo XX. El destierro fue cosa común en el Ecuador del siglo XIX y hasta mediados del XX. Mírese que teníamos dos colonias penales: Galápagos y La Penal del Oriente. La mayoría de penas son pecuniarias si no nos sometemos a las ordenanzas, por ejemplo de pagar multa por predio no construido, pagar tributo por lo construido. Pagar multa por no cercar los predios, pagar multa por no deshierbar predios, por ocupación de la vía pública, por poner letreros, radares; pagar el diezmo ahora conocido como el 30% etc. Entonces, la convivencia comunitaria, digamos que va generando ordenanzas que ahora surgen de los concejiles. No tenemos cómo quejarnos porque somos nosotros quienes elegimos a nuestros propios torturadores.

Lo que me ha parecido insólito para nuestro tiempo es que en la antigüedad se habían elaborado ordenanzas para permitir los saqueos a los pueblos vencidos en las luchas por el poder y la religión. Esto demuestra la evolución peninsular. El saqueo corsario se hacía con patente de corso. Con esto, traído a nuestra memoria, debemos comprender que somos herederos de esta cultura. Y es posible que no se repitan saqueos “a la antigua”. Ahora hay que decir que se siguen practicando saqueos “a la moderna” en todo los que nos cobran sin sentido.
Fernando Álvarez de Toledo fue el Duque de Alba. No le importó asesinar a gente intelectual, aunque fuesen cristianos. Su “áurea criminal” resplandeció en la guerra de los siete años (1567 -1573: “En Malinas, como en el resto de plazas que fueron saqueadas, se aplicó la ordenanza que regulaba el saqueo de una ciudad. Por orden de nacionalidad, puesto que los tercios imperiales estaban compuestos de militares de diversos territorios, debían ceñirse al expolio de bienes con la excepción de los sagrados y eclesiásticos durante un máximo de tres días. Aunque teóricamente estaban prohibidos los abusos sexuales y todo tipo de violencia, lo cierto es que dicha prohibición no se cumplió, pasando por encima de los propios católicos, supuestamente aliados. Las violaciones masivas estaban a la orden del día, así como todo tipo de vejaciones. La ciudad padeció también el saqueo de iglesias y conventos, así como viviendas y almacenes de particulares e incluso el palacio de los que habían sido gobernadores del imperio español, nada se detenía ante la furia y el deseo de venganza de las tropas imperiales” (Revista de Historia, pág.virtual). (O)

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