SABER Y CONOCER / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Usted no puede decir que conoce algo si antes no lo ha vivido directamente; es decir que si solo se lo contaron, vio una foto o leyó un artículo puede afirmar que sabe de su existencia y tal vez muchos de sus detalles, pero no que conoce de ella porque conocer algo implica un proceso de acercamiento personal, estar allí, tocarlo, experimentarlo, vivirlo. Usted puede saber que el hombre pisó la luna, pero ninguno de nosotros vamos a poder conocer realmente cómo es estar allá. Usted seguramente sabe mucho sobre las Pirámides de Egipto, pero solo quien ha estado allí, ha ingresado en ellas, ha caminado por sus pasadizos y ha respirado el aire de las camarillas puede decir que las conoce de verdad. En tal virtud y en honor a la objetividad, hay que aprender a diferenciar la información que solo nos llega de la que nosotros mismos experimentamos.

En este sentido, siempre hemos escuchado (y no en pocas ocasiones) que una vez ingresado al Hospital del IESS los servicios y la atención distan enorme y positivamente de todos aquellos previos al mismo: turnos, consulta externa, exámenes de todo tipo, etc., pero, ¿esto es así en verdad? pues… se me dio la oportunidad de conocer esta realidad directamente.

Tuve un accidente doméstico el día sábado pasado y fui a parar a emergencias del Hospital del IESS, luego de lo cual me hicieron el ingreso respectivo donde estuve hospitalizado hasta ayer lunes inclusive, de hecho, escribí estas líneas anoche a pocos minutos del cierre de edición que es cuando recién pude hacerlo.

Procedo entonces a contarle en pocas líneas mi experiencia en primera persona sobre las casi cuarenta ocho horas al interior del hospital del Seguro Social de Ambato en calidad de paciente, ahora sí con conocimiento de causa y sin necesidad que nadie me lo cuente.

La verdad, no hay mucho que decir a parte de lo que ya sabemos. Confirmo en términos generales lo que se ha escuchado. La atención es muy cálida, amable y profesional de todo el personal de salud que mayoritariamente fueron mujeres y no pocas. Me llamó la atención gratamente que al paciente con quien compartí habitación y que estaba más delicado que yo, las visitas y cuidados en su caso fueron más recurrentes. Pude escuchar directa e insistentemente a las enfermeras encargadas de coordinar el trabajo de piso que la demanda de camas es alta y su poca disponibilidad también. Constaté en una primera impresión que todo el personal que frecuentaba la habitación siempre fue diligente y presurosa, evidenciando un tiempo de trabajo bien aprovechado. Finalmente, también es cierto lo que ya se sabía respecto a la falta de tino y cordialidad del personal de guardias quienes con displicencia y muchas veces hasta con indolencia tratan a familiares y visitantes a ese centro de salud.

Ah, y con respecto a mi accidente, punto para los especuladores de la muerte. Dios mediante me tendrán muchos años más escribiendo.

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