Resiliencia y pandemia. 2020/ Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión

Para ser resilientes debemos tener los repelentes al dolor, entendido este efecto como  recurso de resistencia ante los traumas de los sufrimientos extremos. Aunque el término provenga de la sicología entre nosotros, la historia de esta palabra  dice que “El concepto se comenzó a emplear en la física y fue Michael Rutter quien lo acuñó en 1972 para las ciencias sociales. Los primeros estudios sobre la resiliencia se centraron en personas que habían vivido situaciones límites: campos de concentración, niños pobres que habitan en las calles o mujeres maltratadas.” (google).

Nos toca decir que a este concepto debemos adentrarnos, no con el método de la resignación  que hasta nos condicionan con la publicidad, sino como muchos filósofos dicen, hay que resistir apoyándonos en la virtud de la ira. Una publicidad por radio, promovida desde la voz de la psicología invita a cada momento a procurar la risa para sentirnos realizando terapias más efectivas que el yoga. Como que estamos en espera de algún buen chiste para ejercitar nuestros músculos y obnubilar nuestros problemas derivados de algún mal uso de la razón y la falta de sensibilidad.  Yo creo que tenemos demasiados payasos que nos viven haciendo el peor circo a nuestras vidas, por lo cual, la mejor descarga emocional  sería deshacernos de sus ridiculeces mediante una buena garrotiza que nos libere de las represiones, gracias a la virtud de la ira. Pero ojo. Que esta indignación no provenga del odio, sino como descarga de una santa indignación ante las injusticias de todo género.   

¿Será que sobrevivir en la miseria causada por la pandemia puede ser entendida como una actitud de resiliencia? Parecería ser como que todos hubieran sentido de la misma manera el aislamiento que hemos sobrellevado, o a la muerte de un ser querido al que no hemos dado el adiós ni el abrazo de despedida de este mundo. La resiliencia que nos ha tocado vivir es en primer lugar una actitud de clase social, de economía y de nivel cultural. ¡Quédate en casa! No fue lo mismo para el que tiene casa que para el que vive bajo el puente. ¡Quédate en casa! dijo el burócrata con actitud de disposición a los campesinos sin salario fijo. ¡Quédate en casa! Y ahoga tus protestas sociales ha pregonado el gobierno desde las más altas esferas del poder. ¡Quédate en casa y aprende a ser resiliente! Ha sido la publicidad de la resignación. Y para contentarnos el alma nos han dedicado una canción cada media hora.

Si queremos una sociedad que a pesar de las adversidades tiene fortaleza para resistir y superar los traumas, hagamos votos porque sea al amparo de una corrección de conductas, tanto de las víctimas, cuanto más de quienes se han puesto a regatear sentimentalismo desde las plataformas de su publicidad. Muchos de quienes han aparecido como repartidores de infinito amor al prójimo, ya están de candidatos. Ya han repartido la miseria y quieren subir al poder para administrarla a su manera fraudulenta. Muchos de los beneficiarios de estómagos vacíos, también lo son de sus cerebros y fácilmente confunden  la justicia con la manipulada solidaridad.  Estos estractos sociales son quienes necesitan la resiliencia para pasar de la miseria a la dignidad humana. El problema, entonces, no es solamente sobrevivir y resistir, sino entender derechos y pedir cambio de actitudes.

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