República Libertaria / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Del otro lado del mar, la visión parece azul, en cambio de este (será por culpa de tanto sol) el negro, apenas si clarea hasta volverse miel.

Con esas miradas diferentes, el mundo ciertamente no se verá igual en los dos lados y, siendo así, lo más seguro es que una y otra, sean complemento, más que divergencia.

En ese orden de cosas, 500 años, fácilmente, podrían resumirse en 19 noches (parafraseando la canción), y 201, rescatarse entre las 10 y las 11… la 1 y las 2, (también siguiendo el ritmo de la melodía).

Más, lo evidente, es que los nubarrones de invierno están con una tendencia creciente buscando convertirse en ciclones, huracanes o algo por el estilo.

Se anuncia borrasca, como si se tratase de un aviso clasificado en día domingo. Tanto, que una centena de voces “asoman” juntas -no se si argumentando- pero sí, desafiando al sistema. ¿Será que tienen alguna certeza, que les haga suponer que cuentan con un respaldo popular de tal naturaleza que, su propia soberbia, deje de ser mala consejera?.

Este juego de palabras sirva para reflexionar sobre la oportunidad del concepto y de afirmaciones, propuestas, intervenciones y decisiones que verbalizadas, se adopten o asuman, en función de sacar adelante a toda la República y no solo, al minúsculo grupo de siempre que se cree o supone dueño de ella.

Sin ahondar más en el tema, porque se entiende es bastante conocido, parte del argot vecinal y comidilla diaria en la paisanidad, me da por pensar que, la Gesta del 9 de Octubre de 1820, que diera pie a la jornada libertaria, que superó el enfrentamiento de “Camino Real” y finalizó dos años más tarde en el indiscutible y epopeico “Triunfo de Pichincha”, requiere ahora, no solo ser honrada y recordarse, sino emularse para liberar a este pueblo de la politiquería barata, de las cortapisas y de la impronta de latrocinio que vistió a la Patria de vergüenza en los últimos quince años.

La temática queda lanzada. Más todavía, pensando en la necesidad de cambio de un país que apenas si está intentando levantar cabeza.

Por eso, pienso que el suicidio colectivo no es la mejor salida, menos el sometimiento a la imposición y peor el retorno a la vieja praxis del agoviante fanatismo del siglo, empecinado en ver del mismo color a todo el horizonte, abandonando la simple capacidad de distinguir de entre la ”banda luminosa con forma de arco que presenta los colores del espectro solar y aparece a veces en el cielo, debido a la refracción y reflexión de la luz del sol en las gotas de lluvia”; y la verdad de la mentira.

La aventura de consultar al pueblo, adecuada y convenientemente informado, puede ser -sin temores- la mejor oportunidad para acercarse y saber mas de él, al tiempo de escuchar y validar su voz.

La muerte física, apenas si libera el espíritu y lo eleva a otra dimensión. (O)

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