Reapertura de escuelas rurales / Washington Correa

Columnistas, Opinión

Por el fragor de la campaña electoral, pocos habrán prestado atención al anuncio que hizo el ministerio de educación sobre la apertura de las escuelas rurales para el próximo año lectivo de la costa y de la sierra, respectivamente. Aunque mucho antes, ya se reabrieron, con bombos y platillos y alharaca propagandística al estilo correísta, dos escuelas en Chimborazo y Tungurahua.

Un funcionario de ese ministerio manifestó que, para reabrir las escuelas, debe existir ciertas condiciones como funcionalidad de la planta física, mobiliario, servicios básicos, más los resultados censales del número de estudiantes que con seguridad van a estudiar en la escuela de su comunidad. Este anuncio lo hacía porque el gobierno va a invertir una fuerte cantidad para habilitar las escuelas que “luego de un estudio técnico” ameriten ser puestas en funcionamiento. 

Este acto cometido en contra de los campesinos, afro ecuatorianos, indígenas y del pueblo pobre, no fue un error sino una brutalidad enfermiza del modelo educativo sesgado de revolucionario, que dividía a las poblaciones con su mensaje de cambio y transformación para crear una cultura de dependencia del estado paternalista que entrega una educación de “calidad y calidez” en “Unidades educativas” atiborrados de estudiantes, sin el número suficiente de baños, aulas, laboratorios, patios de recreo, canchas para jugar, áreas verdes, profesores para materias especiales.

Este pueblo que apenas tiene lo básico para subsistir, debe buscar los medios para enviar a sus hijos a escuelas lejanas, con un desarraigo obligado a convivir en un mundo extraño para sus costumbres e importar hábitos que dañan la identidad de sus pueblos. Caro va a resultar el experimento revolucionario.

Ahora habrá que pedir cuentas sobre el mobiliario que se amontonó en escuelas cerradas del campo, luego de “ejecutar el estudio técnico”. La rapacidad con que actuaron en contra de estas escuelas fue atroz, simplemente las “pelaron”. Pero no hay mal que por bien no venga y los importante es que van a tener su escuela, vuelve la vida, la alegría, el bullicio, se reactivan los comercios; regresa el nexo, unión, que cual cordón umbilical le unía a la tierra que les vio nacer. Ahora que paguen por lo que se llevaron, que inviertan en esos niños, víctimas inocentes de tontos dirigentes que creyeron en la letanía izquierdista que asola la tierra y empobrece a los pueblos.

Es necesario, lo digo una vez más, cambiar de directivos de las instituciones educativas, de distritos, zonales es beneficioso para tener una visión de cambio; con los mismos puestos a dedo, directivos agradecidos del correísmo, no va a haber cambio; su modelo mental está bloqueado en verde. ¿Ejemplos? No dicen nada respecto a la fallida recategorización, de los concursos abiertos, libres, de autoridades y docentes; de los sueldos que no se revisan hace ya más de 6 años; de los documentos excesivos que piden y re piden en los distritos, de la evaluación educativa; de la revisión de los contenidos de los textos, que tienen temas subyugantes y desactualizados; de las reformas a la LOEI y al Reglamento a la LOEI para fortalecer la disciplina.

Ojalá a las escuelas rurales se designen docentes de vocación, porque la tarea va a ser tenaz. (O)

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