¿Quién mató al comendador? / Esteban Torres Cobo

Columnistas, Opinión

 

Una vez más al comendador lo mató Fuenteovejuna ⎯o Posorja, como se lo mire. Tres personas fueron linchadas por una turba enardecida, sin ni siquiera haber cometido el delito de les acusaban.

En nuestro país, como en todos lo demás, la masa también se desata y asesina. Pierde el control y extermina con sus propias manos. Cómo será el individuo que, muy dentro de sí y cuando no es un ciudadano que cumple las leyes y besa a sus hijos en el desayuno, puede liberar las más viles pasiones. Siempre en grupo, claro está.

Y no solo cuando mata a alguien sino cuando integra corrientes políticas o deportivas. En el mismo bando de los asesinos de Posorja, por ejemplo, están respetables profesionales que si pudieran matarían en grupo a Correa -como Fuenteovejuna- sin haber sido necesariamente víctimas directas de sus abusos y persecuciones. Y también están los fanáticos descontrolados que lo defendieron cuando importaba y que, si hubieran tenido la oportunidad, también habrían linchado anticorreístas con antorchas.

La artista de performance, Marina Abramović, mundialmente famosa por su obra en el Moma de Nueva York donde se sentó durante horas viendo a los ojos a desconocidos y demostrando la conexión de la mirada, realizó hace muchos años una exposición donde demostró la vileza interna y final del ser humano.

Se presentó y permitió que los espectadores hicieran lo que quisieran con ella sin reclamos ni pautas. Empezaron tranquilos y tímidos, diciéndole cosas y tocándole levemente, pero en poco derivaron en violencia y agravio. Le arrancaron la ropa y le golpearon. Dijo que, si eso continuaba, no hubiera sido raro que pasara algo peor.

Hay Fuenteovejuna para rato. ¿Qué tenemos muy dentro de nosotros los humanos, especialmente cuando nos convertimos en masas? ¿Qué nos detiene o qué no nos detiene? (O)

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