Punto final… / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión



La maravillosa estructura del ser humano permite que atravesemos las distintas etapas de la vida sin pensar en el más allá. Nacemos, crecemos, nos enamoramos, metemos la pata, estudiamos, trabajamos, construimos un respaldo económico, el bienestar de la familia, jugamos, viajamos; luchamos disfrutamos, sufrimos. Pero, casi jamás pensamos en nuestro final. Es como si no existiese la muerte, como que nunca va a llegar a tocar nuestra puerta. En el plano individual, mi puerta.

Mas, todos sabemos que el día menos pensado llegará, cumplirá su cometido. Entonces, amaneceremos repartiendo plumas de ganso a los ángeles, o metiendo leña debajo de la paila de siete orejas.

Cuando llegue la hora definitiva, mis millones no valdrán un bledo. Posiblemente valdrán algo para los herederos si saben utilizarlos inteligentemente, con solidaridad. Lamentablemente, a ellos también les llegará el toque de queda. Llámese destino o lo que fuere, así está estructurado el mundo humano.

Meditar en el punto final, de vez en cuando, ayuda a dilucidar el real valor de nuestra diminuta travesía:

“Fui al bosque porque quería vivir deliberadamente, enfrentar solamente los hechos esenciales de la vida, ver si no podría aprender lo que tendría que enseñar, y no, cuando llegue la hora de morir, descubrir que no había vivido.

No deseaba vivir lo que no fuera vida, vivir es tan caro, tampoco deseo practicar resignación, a no ser que sea muy necesario.

Quiero vivir profundamente y absorber todo el meollo de la vida, vivir tan firmemente, vivir como espartano, como para poner en fuga a todo lo que no sea vida, enfrentar a la gran guadaña y salvarme por un pelo.

Conducir la vida a una esquina, y reducirla a términos mínimos, y si probara ser mi destino, por qué, entonces, obtener la total y genuina realidad de ella, y participarla a todo el mundo. O si fuera sublime, conocerla por experiencia, y ser capaz de dar cuenta verdadera de ella en mi próxima e inevitable excursión…”

Dimensión cósmica en la que anhelo poder vislumbrar, espiritualmente, al prohombre y entrañable amigo que nos dejó hace un mes: Dr. Luis Torres Carrasco. (O)

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