Progresivo, seguro y voluntario / Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión

El gobierno del encuentro, representado por la Ministra de Educación, María Brown, presentó el pasado miércoles un plan de retorno a las aulas, bajo el slogan “progresivo, seguro y voluntario”.

La pandemia deja hasta ahora una larga estela de muerte, junto con la destrucción de actividades esenciales. Tal vez, el sistema educativo y todo lo que gira a su alrededor, sea uno de los sectores más afectados. Por fin, después de varios planes pilotos que nunca dieron resultado, se realiza un anuncio serio de regreso a las aulas. Los centros educativos fueron las primeras entidades clausuradas con el objetivo de contener el virus. Aunque, para algunos alumnos, no ir a la escuela resultó atractivo, la falta de socialización y el poco acceso de conectividad termina siendo un problema, cuyas consecuencias se verán a largo plazo.

Debido al Covid-19, algunos estudiantes, están poco satisfechos porque no cuentan con los recursos para desarrollar sus actividades. Más allá de eso, se perdió la posibilidad de pasar el tiempo con los amigos o de realizar actividades de ocio habituales. La educación telemática producirá, sin duda, desigualdades en los resultados educativos. El cierre prolongado está provocando efectos negativos en la salud mental de los estudiantes y un fuerte desgaste psicológico en las familias. Muchos estudiantes, más que desear el retorno a las aulas, anhelan el aviso de salida para abandonar el encierro de sus casas.

La necesidad de adaptarse al entorno de aprendizaje online se convirtió, para algunas personas en un reto y para otras, en una pesadilla. Las familias de bajos ingresos viven en condiciones que hacen difícil la educación y el desarrollo del aprendizaje en el hogar. Los profesores y padres de familia han migrado de la educación tradicional, para convertirse en protagonistas de la trasformación digital educativa a la que nos vimos obligados y sin derecho a protestar. En estas condiciones, las escuelas cerradas aumentarán las desigualdades que existían desde antes.

El posible retorno, progresivo, seguro y voluntario, desde ahora tiene voces a favor y en contra. Más de un padre de familia dirá que no es pertinente exponer a los estudiantes, cuando muchos de ellos se arriesgan semanalmente en actividades recreativas. En no pocos casos, las familias rechazarán el retorno a la presencialidad en las escuelas, colegios y universidades, aunque al mismo tiempo, autorizan o promueven la participación de sus hijos en fiestas, reuniones sociales y paseos. Tal vez, los mismos padres que frecuentan centros comerciales, cines, restaurantes, playas y balnearios con toda la familia serán los que se opongan al regreso a las aulas. El plan deberá afrontarse con seriedad, caso contrario, será un retroceso. (O)

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