Política de justicia y libertad / Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión

 

El Ecuador en los últimos años ha proyectado una imagen  deteriorada de la administración pública. Esta percepción negativa tiene un impacto significativo sobre los funcionarios públicos, especialmente sobre aquellos no vinculados a profesiones con identidad propia, que han usurpado puestos y dignidades en la estructura gubernamental, sin ningún respaldo académico-profesional acorde con la naturaleza del puesto de trabajo (perfil ocupacional).

Este lamentable panorama ha provocado profundas falencias y fracasos claramente visualizados en el desempeño de funciones, por la notoria falta de conocimientos,  habilidades y destrezas, actitudes y valores (perfil profesional) para liderar con propiedad y acierto Ministerios de tan alta complejidad, en cuyas misiones-visiones, se da por hecho que las entidades deben lograr estándares de calidad en la prestación de servicios, que aseguren niveles de eficiencia y eficacia institucional. La improvisación ha traído grandes dilaciones al Ecuador.

Los casos de corrupción política presentes en el país y excesivamente magnificados, igualmente han abonado al deterioro de la imagen de las instituciones públicas y sus empleados. La precaria imagen de la política  y de los políticos invade el espacio administrativo profesional. El sometimiento de los funcionarios públicos a las órdenes de las altas esferas del gobierno  y decisión ha corrompido la justicia nacional, favoreciendo a los poderosos (dueños del poder) en desmedro de pobres e inocentes. La cultura política precaria de una parte de la clase política del país, no ha respetado los sagrados ideales nacionales hacia la consecución del bien común, el progreso, el desarrollo, la justicia y equidad social.

Esta reflexión nos lleva a meditar sobre el momento político de nuestro país, que en época de avances tan sorprendentes, la política sale de aquella concepción del  incuestionable “arte de gobernar ”. Cada poder se ha sustentado en sus propios intereses. Con honrosas excepciones a la mayoría  políticos les importa las aspiraciones populares.

La política concebida como principio de organización y acertada táctica, ejercerá influencia directriz hacia lo esencial del país y el seguimiento de aquellos principios que generen conciencia cívica, buena fe  y honestidad en la imprescindible tarea de innovación.

Anhelamos una política de justicia y libertad que ofrezca engrandecimiento progresivo, institucionalización de la democracia, protección de nuestra soberanía nacional. Así evitaríamos el cumplimiento de aquella sentencia:  “Una nación cualquiera en que la riqueza es la fuente del poder político, torna su patriotismo en dinero y sus dioses en ganancias”. (O)

 

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