Política, el arte de engañar / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión



Cuando vamos a un espectáculo de magia, sabemos de antemano que vamos a ser engañados por los trucos del mago, pero de todas formas asistimos gustosos, no porque nos guste ser engañados, sino porque los trucos son tan exquisitos y el artista tan extraordinariamente hábil, que muchas veces nos sorprenden al punto de quedar sin aliento y con la boca abierta. Pero tome en cuenta algo fundamental, y es que el asombro que nos provoca ese acto de magia es porque no sabemos cómo lo hizo, y precisamente ahí radica la magia, en saber ocultar el secreto para seguir sorprendiendo a más espectadores.

Eso es un acto de magia, un sutil y grácil engaño que desafía toda lógica con el único fin de entretener. Curiosamente, como se han manejado las cosas en el Ecuador, pareciera que este mismo concepto calza perfectamente para el término “política”: un sutil y grácil engaño que desafía toda lógica con el único fin de entretener.

Y es que muchos políticos (con honrosas excepciones) se han convertido en hábiles artistas de la treta y la argucia, verdaderos magos del engaño y la mentira para hacer desaparecer lo que hace un segundo estaba allí. Hay diferencias: el político – mago, al no ser profesional, sabe que su fuerte no está en el truco mismo o en la habilidad con las manos, su magia radica en el discurso, ese es su más grande potencial de encanto, con él, las multitudes seguirán aplaudiéndolo, sin aliento y con la boca abierta.

Pero hay otra diferencia aún mayor y que tiene que ver con el público. En el caso de un mago de verdad, sabemos que nos engaña, pero es, si se quiere, un engaño sano; en el caso de un político – mago, sabemos que nos engaña y sabemos que ese engaño es dañino, porque nos roba, nos ofende, conociendo de antemano cómo y por qué lo hizo; pero tal es la condición humana, que igual los aplaudimos a raudales. Estamos, en los dos casos, invadidos de magia, anonadados, idos, idiotizados, extasiados de tanta maravilla y por lo tanto no razonamos, nos limitamos únicamente a aceptar la magia tal como se presenta.

Como espectadores, también hay quienes, en los dos casos, son audaces y perspicaces y no comen cuento: investigan, analizan y van hasta el fondo del truco para descubrir la ficción. De usted depende aplaudir maravillado por un engaño, o develar la verdad. (O)

mariofernandobarona@gmail.com

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