Polémica y Política / Dr. Washington Montaño Correa. MSc.

Columnistas, Opinión

 

“La capacidad del ser humano de hablar debe ser hermano del pensar y adornado con la virtud de saber cuándo, cuánto y la razón de hacerlo” Esta caracterización es precisa para aquellos que ocupando sitiales de alta responsabilidad social, delicadas por su origen de voluntad popular y dignas porque son un encargo temporal para representar al pueblo, no hacen más que derrochar pura verborrea barata, incongruente con clara evidencia de falta de respeto al público en su nula y exigua preparación.

Saber hablar es un arte, que merece construcción intelectual, dicción y modulación oral y sobre todo orden en las ideas, sentido completo en las expresiones y finalidad de la comunicación. Bien se dice que las aspiraciones mundanas y necesidades humanas, son el foco de las inspiraciones más locas que nos embarcan en un sinfín de aventuras de todos los colores y sabores.

Y antes de que se de inicio a la campaña electoral, se escuchan nombres de candidatos, de partidos en coincidentes actos con intervenciones por ahora mesuradas, asoman serios, circunspectos, tanteadores en las respuestas a las preguntas que les hacen; evitan protocolariamente, por ahora, hablar “de los otros”, tocan sutilmente sus posibles obras, hablan en futuro sin mirar el presente y se distancian, como viendo al cuco, de la corrupción, de ese partido y Dios no quiera, nombrar a las mentes lúcidas y corazones ardientes.

En esta semana que discurre hemos visto con asombro, las intervenciones de personajes de la política nacional e internacional; la palabrería resultante de acciones indecorosas de Asambleístas perteneciente a ya determinados partidos ligados a la corrupción, provocan discusiones intrascendentes, polémica innecesaria, ya que a nada nos lleva saber si dijo, tomó, fue; porque a cada día que pasa, peor que telenovela barata, aumenta la incertidumbre y se crea un ameno mercado de entretenimiento.

Y aunque la excepción es muy singular, vale decir en el legítimo derecho de opinión personal, que la intervención del señor Alcalde de la Perla del Pacífico, quien marca una enorme diferencia entre los políticos formados para ser políticos y probados en el fragor de polémica partidista y salir avante en una década de acoso personal y político permanente. Su pensamiento, la contundencia de sus palabras, la dirección del discurso y la capacidad de oratoria lo dejan ver como una especie de político en extinción.

Siempre habrá que diferenciar entre el político que lee y el orador. Simple es la diferencia, porque mientras el primero lee citas, parábolas, textos para impresionar; el segundo impresiona por la calidad del discurso en su forma de hablar. (O)

 

 

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