¿Plaga incurable? / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

Desde que el hombre aparecio en la tierra, no ha existido un solo día que se caracterice por su perfección y honestidad. Solo recordemos el caso de Judas y sus treinta dinares. Desde esa época en adelante…pare de contar.

En “casi» todos los países del mundo, los días están contaminados por ambiciones ilimitadas de riquezas ilícitas. Mejor dicho, en todos los países. Los casos de honestidad excepcional son eso, excepciones. La corrupción es un fenómeno universal.

La conversión del poder público en una suerte de maquinaria de enriquecimiento personal o de grupo no es algo particular de este tiempo. El use del cargo público como plataforma de mando; el ejercicio del poder para laminar a los adversarios no es invento actual.

El panorama político está sumido en degradación profunda que hastía a la mayoría de ciudadanos comunes que ven como en plena crisis económica, los corruptos se dedican a engrosar sus cuentas bancarias en los bancos de paraísos fiscales, denominación de países dedicados a esconder fortunas extranjeras que los han convertido inconmensurables cajas fuertes secretas de los “pillos “del mundo, entre los cuales constan hombres de varios países del mundo, latinoamericanos por supuesto, considerados en cada una de sus naciones como entes morales, superiores y hasta pregoneros de patriotismo. La lista de nombres es interminable. Lista en la que constan nombres de ecuatorianos, deplorable realidad.

 Ante tanta desvergüenza, los congresos de algunos países intentan rectificar leyes viciosas que permiten mañoserías millonarias. Lamentablemente, muchas de esas «reformas» no pasan de ser engataos de colores para los ciudadanos.

Solo códigos realmente éticos contra la corrupción que prueben su ejecutividad pragmática ante la justicia, convencerán su valor real ante el pueblo.

Cierro con el pensamiento del Dr. Oscar Hendon, profesor de varias universidades inglesas, en su libro Derecho Penal: «Cuando el Sistema de Justicia de cada país encierre en la cárcel a los delincuentes del oficialismo, se habrá dado el primer paso contra el ‘otro sistema’, el de la corrupción.» (O)

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