Periscopio Cruzado/Mirada Concurrente / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Las faltas -al final del día- terminan siendo compartidas, por causantes y por víctimas. Así es la vida de azarosa y displicente, tanto que afianza en sentido positivo, por cierto, el refrán de «nadie sabe para quién trabaja».

Pero las culpas: leves o graves, no caen en el positivismo del refrán. Por contrario desafían la capacidad de asombro y se ubican en el desfiladero de las enseñanzas post morten.

En ese escenario, lo que interesa es advertir cuándo y cómo evitar sumarse a la culpa, para superar el ser señalado como autor de algo por lo que, tan solo se es receptor. O, de no ser así, como mostrarse reivindicado de hechos consumados, sin que se le pegue en su ropa el olor fétido de la carroña.

En política, los supuestos mencionados, ocurren con más frecuencia de la que uno pudiera presumir.

Por esa razón las «post verdades» hacen parte del sistema, y las ofertas incumplidas son pan de todos los días. Surgen de la simple observación de lo que pasa y de lo que se puede ofrecer con relativa facilidad, antes de enterarse bien de las complicaciones y del ardid tejido -cual telaraña- por el antecesor y sus secuaces.

En la finalidad última de lograr que la verdad brille, se hace preciso instrumentar decisiones poco prudentes y arriesgadas, para procurar un vuelco de página y de esa manera, encontrar la forma para honrar lo que fue pregonado.

Si el andamiaje normativo es una camisa de fuerza que impide, lo más lógico es intentar corregirlo o deshacerse de el impedimento, sin importar el cómo.   ¡Lo que interesa es el qué!  Porque es la única alternativa viable o fuente novedosa idónea, para propiciar un cambio. Hacerlo, lleva implícito el cumplimiento de una promesa de ajuste impostergable, sí lo que se busca es convalecer y evolucionar. 

Trabajar, en un esquema preestablecido y adecuado a otros intereses, no es el mejor camino para llegar a la meta. Hacerle el juego, es un error imperdonable. Importa, como queda dicho, asumir el reto de mirar más allá de la razón y llegar a estremecerse con lo inaudito, para construir un horizonte abierto a la oportunidad de estrenar e innovar.

Para vencer el hastío ciudadano es preciso ponerse en sus zapatos e intentar dar el primer paso. Si logra desplazarse hacia adelante treinta centímetros, ya será un logro importante, pero insuficiente. Es necesario aprender e invitar a caminar juntos y no solo hacerlo como producto de un primer impulso, sino como un hecho arraigado y constante.

Construir, en un espacio de incertidumbre, inseguridad y afectación de la institucionalidad es más que un slogan: Es un deber que supera la intención.

Como sociedad nos conviene mirar para el mismo lado, no cabe disimular. 

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