Ojalá tengamos una economía de comunión /Edison Narváez Z.

Columnistas, Opinión

El desborde incontrolable del COVID 19 desnudó a las economías emergentes y mal manejadas como la nuestra; cuando esta pandemia se marche, la restauración será dentro de un mismo escenario, pero con actores temerosos buscando oportunidades.

Las lecciones que esta crisis va dejando se enmarcan dentro un nuevo entorno de solidaridad y fortaleza mental, en donde lo deseable sería el desarraigo de los graves desequilibrios de una economía corrupta y de consumismo basada en la cultura del “tener”.

En una videoconferencia motivada por el movimiento de  los focolares, el expositor manifestaba la necesidad de ampliar un nuevo panorama en donde la economía sea más social y que ofrezca a la humanidad un cambio hacia una nueva manera de actuar y de concebir una economía, cuyo presupuesto no sea la eficacia sino el servicio, una economía con mayor énfasis en la condición humana antes que en el lucro que se genera.

Esta tendencia que reniega de la lógica económica tradicional fundamentada en la competencia desleal y la explotación humana; se viene filtrando como una Economía de Comunión, que encierra la Cultura del “Dar”, palabra que eventualmente podría ofrecer un cambio y/o equilibrio para los seres humanos, para las empresas y por su puesto para los países.

La Economía de Comunión nace de una espiritualidad de afinidad, y conjuga eficiencia y solidaridad; apunta a la cultura del “dar” para cambiar los comportamientos económicos; no considera a los pobres principalmente como un problema, sino como un valioso recurso.

Evidentemente, si la humanidad no se enmarca con amor en la cultura del “dar” no será posible realizar una economía de comunión. Puede parecer utópico llevar a la práctica una economía de comunión, sin embargo, si nos ponemos a reflexionar por un momento, el hombre que ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios, creo que encuentra su propia realización en el amar y en el dar; el hecho de “dar” es una exigencia que está en lo mas profundo de nuestro ser.   

La concepción de la pobreza en una economía corrupta a la cual nos acostumbraron, es considerar que a las personas no se les debe permitir llegar a ser tan pobres como para ofender o causar dolor a la sociedad. Para los grupos de poder, no es tanto la miseria o los sufrimientos de los pobres lo que les preocupa, sino la incomodidad y el costo para la sociedad.

Ojalá que después de este confinamiento la gente empiece conducirse en esta plausible cultura de “dar”, pero dar respetando la dignidad del otro.

Acaso será difícil que empresarios y trabajadores transformen la empresa en una verdadera comunidad en donde el bienestar y la salud de cada miembro de la organización sea el objetivo principal a conseguir. Iluso como soy pienso que no.

Ojalá que en el nuevo escenario que nos espera después de la crisis, la Micro y Macroeconomía generen la cultura del “dar”, de otra manera la brecha entre ricos y pobres seguirá creciendo.  (O)

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