Nuevos enfoques sobre ruralidad / Ing. Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión

Un alto porcentaje del territorio nacional sigue siendo rural y a pesar de ello no dejan de existir grandes diferencias e inequidades frente a lo urbano, pues los servicios y en general las oportunidades que marcan un desarrollo colectivo, dependen de lo que pueden ofrecer las ciudades o al menos, las cabeceras parroquiales rurales.

El aumento de la población no urbana obedece en general a temas de migración interna, tanto como al crecimiento de las grandes urbes cuya expansión reduce las posibilidades de una existencia digna provocando cinturones marginales de pobreza.

Buena parte de quienes podrían estar habitando en dichas zonas, deciden concentrarse sobre todo en parroquias cercanas a las urbes generando un crecimiento significativo de las mismas. Por otra parte, evidentemente los servicios básicos en la ruralidad son aún deficitarios, lo cual se suma a la tenencia y el tamaño de las tierras que constituyen dos de los problemas más complejos de estas zonas, pues afecta a la forma de vida de las comunidades y en especial a su principal actividad económica: la agricultura.

En el aspecto laboral, es claro que la población rural se desenvuelve en un marco limitado en cuanto a oportunidades para generar ingresos que le permitan satisfacer sus necesidades básicas. Las actividades económicas a las que se dedican son en su mayoría informales, lo cual obviamente no garantiza salarios básicos, ni menos seguridad social u otros derechos propios de los trabajadores de la ciudad.

En el ámbito educativo, todavía nos encontramos con elevados niveles de analfabetismo, lo cual va de la mano con una pérdida de los valores y expresiones culturales, que han socavado la identidad cultural de esos pueblos. Por todas estas razones resulta indispensable establecer nuevos enfoques de la ruralidad, pues evidentemente la realidad actual es mucho más compleja que la del pasado.

De ahí que conviene partir determinando una categoría sociopolítica que integre al hombre y a la mujer rural en un espacio territorial heterogéneo, diverso, con una inigualable riqueza histórica, cultural, ambiental, social, modos de vida, cosmovisión, formas colectivas y comunitarias.

Es esto precisamente lo que otorga identidad a una población que anhela producir y gestionar el potencial de su territorio, con miras a superar las inequidades sociales, así como a garantizar un desarrollo sustentable y sostenible.

Por otra parte, reconocer en la ruralidad un espacio de interrelación entre lo urbano y lo rural, donde distintos actores viven en una doble vía: ciudad y comuna, lo cual se va construyendo, reconstruyendo transformando y entrando en tensión con las identidades locales, expresadas en formas de vida mixtas, convirtiéndose en escenario propicio para la expresión de la interculturalidad.

Finalmente, enfocarlo como un lugar de relaciones sociales, económicas y productivas que deben ser aprovechadas para garantizar la soberanía alimentaria, la conservación del medio ambiente y la persistencia de las propias identidades territoriales locales.

Quizás sea ésta la mejor manera de superar el reto de vincular adecuadamente lo rural con lo urbano. (O)

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