El mundo de los bocaditos / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

Es encomiable la campaña dirigida a contrarrestar la popularidad de la denominada comida chatarra, también conocida como comida rápida. Según los expertos, el exceso de grasas, azúcar y sal es muy nocivo para la salud. Puede generar enfermedad, obesidad,  en los consumidores.

Si bien la idea es positiva, su ejecución es cuesta arriba por varios factores que tienen gran poder. Entre ellos, el más potente, el factor económico. Productos como las bebidas gaseosas, por ejemplo,  constituyen industrias poderosísimas internacionalmente. Contra ellas no hay país del mundo -la gigantesca China por ejemplo-, ha podido escapar a su dominio, inclusive porque cuenta con el respaldo de millones de adictos al “producto”… Y fuerte financiamiento  del exterior.

Otro factor muy importante es la presencia de la comida chatarra en todo el mundo. Solo en sectores africanos sumidos en la pobreza más aberrante se observa su ausencia. Sin embargo, cuando aparece algún mecenas con fundas de papas fritas, los nativos quisieran levantarle un monumento.

Considero que amigos lectores que han viajado por el norte del continente americano, por Europa, Asia, etcétera, habrán visto comida chatarra en fundas, botellas, tarros; en metrópolis como Nueva York, París, Berlín, Madrid, para mencionar  unos pocos emporios humanos.

No es nada raro ver en Nueva York, por ejemplo, carretillas de perros calientes circulando por Wall Street el centro financiero del mundo. Como tampoco es novedad ver a jerarcas de la Bolsa de Valores aprovechar los pocos minutos que tienen para el “lunch” y correr a la carretilla a “pegarse” un perro caliente con mostaza, mayonesa y todos los etcéteras que abultan al sandwich y lo convierten en manjar… Esos comensales no son  ignorantes.

Y un dato que será sorpresa para muchos. El carretillero de Nueva York paga al municipio de la ciudad miles de dólares  para obtener la “licencia”  de vendedor ambulante de toda una letanía de bocados rápidos.

Que los tercer mundistas luchemos por enseñar a niños, jóvenes y viejos a alimentarse sanamente debiera ser tarea incansable de la familia, de la educación, de todos.  Pero esperar que nunca se “peguen”, nos peguemos,  un mote con chicharrón es un  imposible…  Podemos estar en contra del tema, pero la popularidad de la comida chatarra es  realidad universal. (O)

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