Moral y ética pública / Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión

 

Tras su retorno de Chile, el presidente Lenin Moreno, en cadena nacional, al abordar varios temas relacionados con el quehacer nacional, instó a sus colaboradores actuar con “moral y ética pública”, durante el ejercicio de sus funciones. Esta invocación seguramente apunta a que su gobierno construya un perfil de gobernabilidad diferente al anterior que se caracterizó por actos reñidos con la moral y la ética pública.

Los términos mencionados tienen su fundamento en las leyes internas de los individuos, en aquella filosofía del hombre que busca una auténtica y clara armonía moral en el mundo, a través de conductas y procedimientos que exhorten rectitud en todos los actos de la vida; y, sobre todo, el apego inapelable a la verdad y la justicia, que son los principios rectores de la conducta humana y medios indispensables que debe tener el hombre para su ulterior perfección.
Bernardo Rincón Harris, refiere que “las palabras Ética y Moral significa costumbre. Por eso ética será lo mismo que Filosofía Moral. Las dos se construyen en una “ciencia de las costumbres humanas” que nos dan los principios para perfeccionar nuestra conducta y las normas prácticas para mejorar las costumbres que nos conduzcan al bien común”.
En síntesis, se puede acotar que la moral es una parte de la filosofía que estudia los principios morales de los individuos, de las sociedades y de los pueblos, mediante el establecimiento de normas prácticas y vivencias decorosas que enaltezcan la dignidad de la persona y la consecución de los sagrados ideales de una nación.

La ética permite tener una clara concepción de lo que es una persona y sus aspiraciones. La ética nos da normas a las que debemos ajustar nuestros actos hacia la construcción del bien. Para Aristóteles “el bien es el fin último de las cosas y de las acciones humanas. Esta función cumple la persona, a través de la razón con el objeto de alcanzar la felicidad”.
Con toda seguridad, el Presidente Moreno, al hacer mención a la moral y la ética pública incita a sus colaboradores a dignificar la obra pública, con gran dosis moral y ética profesional, que cumplan a cabalidad su deber fundándose justamente en la honradez, verticalidad de sus actos, acendrado espíritu de trabajo y elevado sentido de responsabilidad.

En estos últimos tiempos se ha sentido mucha falta de lealtad con el prójimo, a diario se habla de grandes peculados, producto de espíritus contaminados con la soberbia y el enriquecimiento ilícito, que son las raíces de todos los males que hoy vive el pueblo ecuatoriano. Sin duda, de este escenario y panorama tenebroso, nefasto y espeluznante; el actual gobernante, intenta devolver a los ecuatorianos la fe, la esperanza y la prosperidad de nuestra maltratada Nación. (O)

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