Migración y Salud Mental / Alejandra Sánchez Psicóloga Clínica

Columnistas, Opinión

La migración es una problemática internacional que puede tener diversas consecuencias psicológicas y sociales para los migrantes y sus familiares que se quedan en el país de origen. La mayoría de las veces, los adultos en edad de trabajar se ven obligados a mudarse por razones económicas, y en muchos caos dejar a sus hijos, debido a las estrictas políticas de inmigración del país de acogida y las difíciles condiciones de vida. Tradicionalmente era el padre quien migraba primero, cumpliendo el rol de sostén de la familia, pero cada vez más es la madre quien lo hace, o los dos. Esto crea nuevos escenarios y profundas transformaciones en la familia, con consecuencias nunca antes vistas, especialmente para los infantes.

Las consecuencias psicológicas son profundas, por un lado, la presencia de un solo progenitor aumenta el riesgo de privación emocional, lo que puede conducir a problemas psicológicos como ansiedad, depresión y dificultades en la formación de relaciones. Además, desde una perspectiva psicológica, los niños con uno o ambos padres que viven en el extranjero pueden responder de manera diferente, como desarrollar mala conducta, adicciones, experimentar traumas, bajo rendimiento escolar o adoptar familias disfuncionales. Por otro lado, quienes migran pueden experimentar una pérdida de identidad, nostalgia y aislamiento, así como, estar expuestos a varios factores de estrés que afectan su salud mental y bienestar antes y durante su viaje migratorio y durante su asentamiento e integración.

Por lo tanto, es fundamental que los países promuevan la estabilidad, la educación y las oportunidades de empleo y reducir los factores que impulsan la migración forzada, incluso mediante la promoción de la resiliencia, lo que permite a las personas elegir entre quedarse o migrar. Igualmente, promover y dar acceso a servicios de salud mental.

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