Medios y poder político / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

En periodismo, un debate muy candente y por siempre inacabado es el que tiene que ver con los límites y alcances de los medios de comunicación frente al poder político y viceversa. Una de las preguntas que se suele plantear es: ¿Deberían los medios de comunicación, por el solo hecho de que una persona es influyente y/u ostenta un cargo público, transmitir/publicar todo lo que diga sin restricción y permitir con ello el riesgo de desinformar la opinión pública tergiversando la verdad? Una respuesta nada fácil, dado que los límites conceptuales para los términos ‘desinformar’ y ‘verdad’, entre otros, son extremadamente subjetivos. 

Ahora bien, también es cierto que hay casos y casos. Revisemos, como ejemplo, los siguientes: Al menos dos de las más importantes redes sociales: Twitter y Facebook decidieron suspender las cuentas de Donald Trump, presidente de los Estados Unidos (cada una con más de 33 millones de seguidores), luego de que, según varios analistas, habría sido el instigador para el asalto al Capitolio el pasado miércoles. A mi modo de ver, en esos momentos críticos, estas empresas actuaron en derecho, precautelando la democracia y el Estado de derecho frente a una amenaza evidente y tangible. Ya luego la justicia se encargaría de evaluar los alcances de Trump.

Igual, hace unas semanas, varios de los más renombrados medios de comunicación de los EEUU decidieron cortar abruptamente la intervención en vivo del presidente Trump porque según señalaron, no sustentaba sus acusaciones de fraude electoral. Y sí, de hecho, jamás pudo hacerlo. Y es aquí donde entra de nuevo la pregunta: ¿Deben los medios permitir usar sus canales para transmitir algo que de antemano se sabe es falso? Otra vez, depende del contexto en cada caso. En lo personal, pienso que a diferencia de la amenaza real a la institucionalidad como fue el asalto al Congreso norteamericano, en éste específicamente, los medios tal vez debieron permitir que Trump termine su intervención, luego, los mismos medios podían (debían) opinar y criticar sus falacias, pero silenciar su alocución podría entenderse como una acción desmedida.

Como ve, frente a dos hechos que analizan la actuación medios – políticos no hay unicidad de criterios. Creo que, como lo he apuntado, habrá que analizar cada caso de manera independiente y desapasionada, porque tome en cuenta lo siguiente, en el mismo sentido y bajo la misma lógica podríamos también hacer la pregunta inicial pero al revés: ¿Los políticos y/o gente influyente, por el solo hecho de serlo, tienen derecho a exigir usar a su antojo y discreción los medios de comunicación para mentir y confundir a la opinión pública sabiendo de antemano que es esa su intención? Recordemos que los medios cumplen un rol vital de libertad al rehusarse a ser usados como instrumento de hostigamiento y totalitarismo. (O)

mariofernandobarona@gmail.com

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