MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL: ¿Masculinización de la mujer? / Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Hoy celera el Día Internacional de la Mujer, fecha símbolo en la lucha de las mujeres a través del tiempo por lograr sus derechos y por su participación en pie de igualdad con el hombre en la sociedad y en el desarrollo integro como persona.

Se me ocurre que esta mañana va a ser distinta para alguna de las mujeres que lean lo que a continuación se viene. Es mi gruesa estadística laboral, de las mujeres atendidas que sobrepasan los 15 a 20 años de vida conyugal, son más del 70% las que reflejan una desazón al preguntarles sobre su vida de pareja. Afloran frases como: “No me valora, no me respeta” “Ya no hay detalle” “Todo le parece mal” “Me mira como que le molesto” “Me hace sentir como que hago mal las cosas, como que soy inútil” “Siempre está mal genio” “Me toma muy rápidamente, busca el control remoto, se hace el pendejo y se duerme”, entre otras.

Parece ser que ni mujeres ni hombres sabemos lo que está pasando al interior de cada uno, pero ¿Cuál es la raíz del problema? ¿A qué se debe esa insatisfacción machista del hombre que hace que así tengamos una esposa con el cuerpo de miss universo y la inteligencia de Albert Einstein nuestro instinto tienda a buscar otro cuerpo? Desde tiempos ancestrales, en las diferentes religiones, desde las dinastías chinas, los zares rusos, los faraones egipcios, los reyes romanos, el hombre cultural e históricamente propendía a tener muchas mujeres.

Algunos opinan que machismo se escribe con la “M” de mujer al referirse a aquellas madres de familia que en sus reuniones alardean de que a su hijo de 12 años ya le llaman y lo visitan un “montón” de niñas.

En la década de los 70’s y 80’s, a los flamantes jóvenes de entre 16 y 18 años de edad, en el primer paseo lejos de la ciudad natal, parada obligada “para hacerse hombres” era el cabaret y previo al pago se debía “usar” por primera vez a ese “artefacto” llamado mujer y ay de aquel que no quiera entrar, sería tildado de “mariquita”. Esa era la primera información de la sociedad acerca de la mujer. En la vida estudiantil se realizaban apuestas (cerveza, licor, dinero) a ver quién tiene más enamoradas en una semana. El preadulto tenía la influencia testimonial de que las reuniones entre hombres adultos resultaban aburridas sino se hablaba de amantes. La primera lección para el recién casado de sus amigos era la de no llegar a casa muy temprano para que la esposa no se acostumbre y así pueda salir de farra cualquier noche. Es entonces que aparece el monstruo de la casa que se convierte en el galán de la calle, cerrándose así ese círculo vicioso. Mientras tanto la mujer equívocamente y con tendencia culposa se pregunta: ¿Pero, en qué falle? ¿Qué tiene esa otra persona que no tenga yo? pero ella en muchas circunstancias no tiene nada que ver para que sea “compartida”.

Actualmente en la búsqueda de igualdad de derechos vemos que muchas se han extraviado entrando a un equívoco proceso de masculinización como reproche ante tanto maltrato machista, pretendiendo beber igual que el hombre, degradarse con sexo libertino y aventuras amorosas como venganza revanchista y despecho.

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