Mafias en el Ecuador / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Vamos a suponer que en el colegio o universidad un pequeño grupo de compañeros decide engañar al sistema y cambiar sus notas sin rendir los exámenes. De manera ingeniosa y muy bien organizada arman el plan asignando una función específica a cada uno. Toman el riesgo una primera vez, después una segunda y una tercera. Sí, son listos, audaces y temerarios, pero ya saborearon el éxito, además, con la adrenalina a mil todo el proceso se vuelve altamente excitante y adictivo. Poco a poco, como una droga que va carcomiendo la voluntad y vuelve dependientes a sus consumidores, cada uno de estos chicos casi sin darse cuenta irá adoptando esta forma de vida en la que todo es engaño y corrupción. Tal vez sin saberlo, se habrán convertido en mafiosos.

Ahora cámbiele este supuesto a cualquier otra actividad del sector público ecuatoriano donde sabemos están enquistados los dos tipos de verdaderas mafias. Los ‘mafiosos de alto vuelo’ (por lo general políticos y empresarios muy influyentes) que operan solo entre grandes grupos de poder, como en la compra de insumos para hospitales, en millonarios contratos a dedo, en sobreprecios, en glosas desvanecidas, en la narco política, en organizaciones sociales financiadas desde fuera para desestabilizar gobiernos, etc.; y, los ‘mafiosos de poca monta’ (por lo general funcionarios de mandos medios y bajos) que estafan a miles de incautos ciudadanos de a pie ofreciéndoles fraudulentas licencias de conducir, carnés de discapacidad, títulos universitarios, cargos sin mérito, tramitadores, venta de turnos en las colas de dependencias públicas, etc.

En el ejemplo inicial, de haber existido control, esos chicos habrían sido sancionados y seguramente corregidas sus conductas a tiempo, pero no lo hubo. Como tampoco lo hay ahora con el enorme entramado mafioso de nuestro sector público. Son delincuencia organizada a la que se le ha permitido por años (sobre todo en los últimos quince) crecer y fortalecerse a sus anchas, por lo que a estas alturas resulta muy difícil exterminarlas.

Pero ni es tarde ni es imposible. El primer paso debería ser la implantación de una estrategia inteligente para un control riguroso y permanente que permita descubrir y desmantelar este tipo de crimen organizado. El segundo en simultáneo, la revisión urgente del COIP que castigue sin miramientos ni compasión a los infractores (todos los involucrados) de manera que sirva de ejemplo para que a ningún otro mafioso le queden ganas de delinquir en el Ecuador. Y el tercero, aunque no menos importante, igualmente una estrategia para ubicar y recuperar todos esos dineros mal habidos. (O)

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