LA TAREA DE ELEGIR / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Hace tanto tiempo escucho que “con las elecciones próximas no pasa ni cambia nada” y esa frase, con tinte derrotista, marca el devenir, en contraste con la esperanza y la fe viva del pueblo ecuatoriano que, daría -hasta- su vida, por acceder a días mejores, que incluyan espacios de desarrollo y respeto, progreso, trabajo, ingresos y sostenibilidad oportuna y efectiva.

Sin duda, me cuento entre estos últimos quijotes que no terminan de alentar al viento para que sople fuerte y mueva las astas del molino, que terminen por accionar la rueda con la que se convertirá en polvo el grano que, más tarde se transformará en pan y nos alimentará a un buen grupo de ciudadanos.

Partidos y movimientos han ejercitado sus reuniones primarias y nos dejan saber de sus propuestas para liderar los gobiernos autónomos descentralizados (prefecturas, municipios y parroquias) y todos nosotros, expectantes democráticos, habitantes de cada una de esas circunscripciones territoriale  s, habremos de asumir -para con nosotros mismo- el desafío de analizar a cada uno de los candidatos a prefectos, alcaldes y presidentes de juntas, concejales y miembros de esas instancias parroquiales para, de entre ellos, escoger a los mejores y finalmente, dejar sin vigencia aquella expresión tan recurrida, como maléfica, de que “aquí no pasa nada”, porque de nosotros depende que “AQUÍ, SI PASE TODO Y DE TODO PARA BIEN DE TODOS”.

Dicho en pocas palabras, ya no podemos seguir dándonos el lujo de continuar experimentando con ilusionismo barato, para terminar alentando al despecho y la sin razón, de manera que, una vez más, tenemos la sartén por el mango y ahora ya no es posible equivocarnos. Si, volvemos a hacerlo, seguiremos -como hasta ahora- siendo los únicos culpables del “maleficio” y “la sin razón” de la gobernabilidad que tuvimos, tenemos y tendremos.

Patéticamente arrinconados a propio desprecio, no seremos capaces ni tan siquiera de reconocer el error.

Lo más fácil, será, como ha ocurrido hasta hoy, echar la culpa de todos los males al otro, cual si se tratase de la vaca, la teta y la leche.

Muy cierto que, de todo el abanico político que -de a poco- se va desplegando ante nuestros ojos, las gamas coloridas no siempre concuerden con las imágenes advertidas y menos, con las realidades y características personales de los candidatos. Pero, incluso ese desajustado presupuesto político, es de por si, un encaminado a promover a los mejores hombres (léase, haciendo uso adecuado del DRA: hombres y mujeres) disponibles, habilitados para elaborar un plan suficientemente articulado, socializado y práctico que permita, dirigir, gestionar, legislar y fiscalizar los recursos, la obra pública local y la prestación de los servicios básicos indispensables para la vida humana.

Hagamos el empeño por generar confianza y a partir de ella, acometer con entusiasmo el acompañamiento correspondiente a las propuestas de los candidatos, a sus antecedentes, a su credibilidad, a su honorabilidad. 

Las ciudades y los pueblos, nos agradecerán.

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