La migración / Hernán Marcelo Guerrero

Columnistas, Opinión



Entre las más recientes acciones internacionales para evitar la migración riesgosa, el Gobierno de México decidió solicitar visado a los ecuatorianos, una medida que entró en vigor desde el pasado mes. La medida, que en las últimas semanas generó fila en el consulado mexicano en Quito por la urgencia de aquellos que ya habían comprado pasajes, se debió a que los flujos de desplazamiento de ecuatorianos a ese país cambiaron en los últimos meses y, detrás, hay un peligroso fenómeno de «coyoterismo», «De un universo mayor a 50.000 ecuatorianos en el primer semestre de este año, 38.000 se han quedado, o sea, 7 de cada 10 están ahí, muchos de ellos retenidos en la frontera, con todas las consecuencias que esto implica»

Por otra parte, parece imparable el ingreso de ciudadanos de diferentes nacionalidades a nuestro país. Algunos van solo de paso, muchos otros lo consideran su destino final. El deseo de mejores condiciones de trabajo, y la reunificación familiar son algunas de las posibles causas de la migración, afortunadamente, la intolerancia religiosa, la guerra, la violencia, la inseguridad aún no expulsan personas de nuestros países. Una migración ordenada, conforme a un marco legal, permitirá a las personas alcanzar el progreso anhelado, pero la migración en condiciones irregulares las pondrá en condiciones de indefensión, prueba de esto son las cifras de desaparecidos. La migración deja sus secuelas y de eso el Ecuador puede dar testimonio, como sabemos, a inicios de siglo la migración fue causa prominente de la desintegración de familias, incremento de la inseguridad, incremento de adicciones, daños sicológicos en niños y adolescentes, etc. La migración ha existido desde tiempos bíblicos: Abraham dejó ir de los caldeos para ir a Canaán, posteriormente Jacob emigraría de Beersheva a Egipto y 400 años después, el pueblo de Israel retomaría a la tierra prometida. El mismo Jesucristo fue migrante, pues a los pocos días de nacido fue llevado a Egipto huyendo de la persecución de Herodes; años después, dejaría aquel lugar para regresar nuevamente a Israel. El Señor supo en carne propia lo que es migrar por eso exhorta a su pueblo «a amar al extranjero dándole pan y vestido» y esto traerá bendición pues Él no olvida que «tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; fui forastero, y me recogiste».

Para reducir la migración desde nuestros países, se debe promover la estabilidad económica mediante políticas con una visión de largo plazo, masificando la educación con énfasis en la formación técnica, generando las oportunidades de empleo mediante la industrialización de nuestra economía, concientizando a la población de la realidad detrás de la migración irregular. Por supuesto, no es una tarea sencilla, pero poniendo en práctica el mandamiento que nos dio Jesús: «Amarás al prójimo como a ti mismo», es posible. Iniciemos, ya que mientras existan mejores posibilidades en el extranjero, habrá migración. (O)

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