La llegada de la Primavera / Ing. Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión

 

Este 22 de septiembre al igual que todos los años por estas mismas épocas, se celebra especialmente en los países de cuatro estaciones, la llegada de la Primavera la cual si bien en nuestro país por estar en la línea equinoccial, no se la evidencia con claridad si constituye una realidad planetaria como tantas otras y entre ellas los ritmos de la naturaleza.

Dado que la mayor parte del territorio ecuatoriano se encuentra en el hemisferio sur, se entiende que esta estación se inicia con el equinoccio de primavera entre el 21 y el 23 de septiembre y termina con el solsticio de verano alrededor del 21 de diciembre.

En nuestros pueblos ancestrales las celebraciones relacionadas con equinoccios y solsticios tuvieron una importancia muy significativa, aunque hoy en día se haya perdido gran parte de su significado o simbolismo.

Primavera es la resurrección de la vida cuyo término hace referencia a “primer” y “vera” (verdor), por lo cual también suele aplicarse a las ideas de rejuvenecimiento, renovación, resurrección o renacimiento de la naturaleza y del ser humano como parte de ella.

Este es pues el gran milagro de la primavera, hacer que los campos reverdezcan, que los árboles se vigoricen y que la gente se renueve.

En la literatura, la primavera también representa la juventud, la «flor de la vida» pues en esta época florecen las plantas, se alegran los pájaros, brilla más el sol y hasta los días son más largos.

La gran poetiza Gabriela Mistral en su poema Amanecer, nos recuerda la llegada de ese nuevo día y de la renovación: “Hincho mi corazón para que entre / como cascada ardiente el Universo. / El nuevo día llega y su llegada / me deja sin aliento. / Canto como la gruta que es colmada / canto mi día nuevo.

También se refiere a este ciclo especial del año Delia Steinberg Guzmán, para recordarnos que “cuando la Primavera despunta año a año, lo hace aparentemente de la misma manera, pero nunca lo hace igual. Cierto es que nos trae una vez más el renacimiento de la Naturaleza, pero la Naturaleza no es estática ni renace de modo idéntico”.

Continúa diciendo que “no hablamos de un ‘nacimiento’ sino de un ‘renacimiento’ y renacer es no haber muerto nunca, haber adquirido experiencias, haber reposado en el otoño y en el invierno para abrirse paso a la expansión un punto más alto que en el periodo anterior. Nos insta a vencer la oscuridad que de tanto en tanto nos amenaza, vencer la inercia que de pronto nos paraliza, así como el desánimo que corroe el entusiasmo”.

La primavera, afirma esta filósofa, es una gran batalla en la que la luz se manifiesta después de haber superado muchas pruebas terribles en las entrañas del tiempo y de la naturaleza, de la cual como nos enseña Jorge A. Livraga “no somos ni sus dueños ni sus esclavos, simplemente parte de ella”

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