La Isla Bonita / Luis Alfredo Silva Zambrano

Columnistas, Opinión

Hace algún tiempo atrás, llegamos a La Isla Bonita, con un grupo de turistas ambateños; ahí comprobamos, la razón de su nombre. Se encuentra al sur de La Isla de Muisne, y al norte, de La Ensenada de Mompiche, en La Provincia de Esmeraldas.

Para ir a La Isla Bonita, se parte de la población de Atacames, rumbo a Muisne. En el trayecto, nos dimos cuenta, porque a Esmeraldas, se le llama » La Provincia Verde; todo está cubierto, de una exuberante vegetación de intenso verdor

Por varios pueblos atraviesa la carretera; primero, Sua, ubicado junto a un tranquilo mar, protegido por La Punta Sua; luego Same, en una playa cerca de la carretera, y Tonchigue, pequeño puerto de pescadores. Todos con una gran actividad, y alegre ambiemte.

Después de una hora con cuarenta y cinco minutos de recorrido, se llega a la ciudad de Muisne, se encuentra dividida en dos partes, por el curso del rio Muisne; una en la orilla izquierda, y otra, en la orilla derecha, en la isla del mismo nombre.

En el embarcadero se aborda una lancha, que navega hasta a La Isla Bonita. Poco a poco, se va alejando de la ciudad de Muisne y se entra en un mundo diferente, el de los manglares, que nos muestran lo que quedan, luego de la tala que sufrieron, para dar paso a la construcción de camaroneras.

El manglar, es una formación arbórea asociada con el agua salobre, que se desarrolla en canales y esteros. Estos arbustos, de largas raíces, quedan descubiertos con la baja marea; encierran, un entorno de gran bioidiversidad, donde se destacan: conchas y cangrejos, especialmente. Existe una construcción , de caña guadúa, que permite caminar por el largo puente, entre las enmarañadas ramas de los manglares.

La navegación es tranquila, pero cuando se va llegar a La Isla Bonita la embarcación se mueve mucho, debido a las olas del mar. Se desembarca en la playa, se recorre y se apreciar toda su riqueza paisajística, se toma un delicioso baño de mar y saborea la apetitosa comida esmeraldeña.

El retorno nos facilita contemplar, una vez más, el mundo maravilloso de los mamglares y ver como los habitantes del lugar, acuden a coger conchas y otros productos, que se desarrolla en ese entorno.

Así recorrimos y admiramos, otro de los fabulosos paisajes del Ecuador que debemos conocer.

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