La inflación / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión



Para los comunes mortales, las fuentes básicas de inflación están relativamente escondidas. El comprador piensa que el carnicero le está robando diez por ciento en el precio de la carne y quiere que alguien le pare. El carnicero cree que el dueño de casa le está robando mediante el incremento del arriendo en quince por ciento. A su turno, el dueño de casa está descompuesto por el aumento de los costos del mantenimiento del edificio; etcétera, etcétera.

En el campo técnico, la inflación no es terriblemente difícil de amainar. El Problema real está en que los efectos favorables de la inflación llegan temprano; los efectos negativos, tarde. En cierta manera es como beber licor. Los primeros meses o años de inflación, como los primeros tragos, parecen muy agradables. Todos tienen más dinero para gastar y los precios no suben tan rápido como el dinero disponible.

El chuchaqui llega cuando los precios empiezan a ponerse al día. Y, por supuesto, hay personas que son más afectadas que otras por la inflación. Generalmente son personas sin mayor voz política: los pobres, los jubilados o con ingresos fijos. A ciertos individuos no los toca en absoluto. Otros ganan fortunas.

Cuando uno empieza a tomar acciones contra la inflación los efectos se sienten de inmediato. Personas se quedan sin trabajo. La tasa de interés sube. El dinero escasea. El ambiente es desagradable. Solo más tarde se muestran las consecuencias positivas del final de la elevación de precios. El problema es atravesar la cura dolorosa sin despeinarse por otro trago.

La más grande dificultad en reducir la inflación es que, después de poco tiempo, la gente empieza a pensar: sería preferible la enfermedad que la curación. Lo que no se dan cuentan es que una vez que la cura ha surtido efecto, es posible tener crecimiento económico y estabilidad de precios.

Pero, como se observe en ciertos gobiernos, existe terrible presión pública por “chatarrizar” la curación y volver a estar enfermos. O borrachos, para continuar con la metáfora.

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