La importancia de conservar el Chocó Andino / Juan Diego Valdivieso Rowland

Columnistas, Opinión

Como lo indiqué en el artículo anterior, titulado “Corte Constitucional complica la conservación del Chocó Andino”, este ecosistema tiene una gran importancia debido a que alberga reservas de agua y biodiversidad. 

Se extiende entre Panamá, Colombia y el Noroccidente de Ecuador. El extremadamente rico y biodiverso Noroccidente del Distrito Metropolitano de Quito (DMQ) y de Pichincha posee maravillosos bosques que conforman al Chocó Andino. También existen remanentes de bosques del Chocó en Esmeraldas y Manabí, donde su extensión ha disminuido notablemente.

En estos bosques viven 640 especies de aves, que representan casi el 38% de todas las aves del Ecuador. Asimismo, habitan 150 especies de mamíferos como los osos de Anteojos, tigrillos, monos, nutrias y pumas que dependen de un ecosistema sin minería metálica, como lo señala el colectivo “Quito Sin Minería”. En 2018, la UNESCO declaró al Noroccidente de Quito como la séptima Reserva de Biósfera del Ecuador, por su importancia biológica.

Para el 2050, se prevé que Quito ya no cuente con el agua de los glaciares por lo que las cinco fuentes de agua limpia del Noroccidente sirvan para abastecer de agua a Quito. En el Noroccidente el ecoturismo acompaña la producción agroecológica de alimentos como el cacao, el café, la panela, el plátano, la naranja y chocolates como los de Mashpi. Se producen 105 productos orgánicos que alimentan a la capital.

Sin embargo, no todo es positivo. Hasta julio de 2019, el 61% del bosque del Chocó (1,8 millones de hectáreas) en Ecuador se había deforestado, según un reporte del Monitoring of the Andean Amazon Project (MAAP), una iniciativa de Amazon Conservation y Conservación Amazónica. Lo perdido está en la parte alta (superior a 1.000 metros), media (entre 400 y 1.000 m) y baja (menos de 400 m).

La selva ubicada bajo los 400 metros es la más afectada ya que las actividades humanas se han incrementado, como por ejemplo la expansión de los cultivos y la apertura de vías. En Esmeraldas solo queda el 39% del Chocó original. 

La porción de selva de elevación baja es la más afectada con una pérdida del 68%. En el periodo 2017-2018, 4.600 hectáreas se talaron. Según El Universo, “porciones de los remanentes de esta región son parte de las áreas protegidas como la Reserva Ecológica Cotacachi-Cayapas. Esta conserva una sección importante, pero la mayoría del bosque está en altitudes medias y altas, cuando la mayor pérdida se da en la selva baja”.

Existen ejemplos de conservación exitosa, como la Reserva Canandé de la Fundación Jocotoco. Posee más de 6.000 hectáreas cerca de la Reserva Cotacachi Cayapas. Se sitúa en una ubicación estratégica para impedir la deforestación.

“Existe evidencia de que el aumento de la temperatura por el cambio climático causa que especies de la zona occidental vayan subiendo su rango altitudinal”, según Martin Schaefer, director de la Fundación Jocotoco. De ahí que el corredor sea necesario para garantizar con la conexión el traslado y protección de estas especies.

Dada la importancia del Chocó, reitero mi pedido de sensibilización al Gobierno central, local (de Quito) y a la Corte Constitucional para que escuche a la población y acepte un nuevo pedido de consulta popular donde se plantee la prohibición de la minería metálica en Quito, territorio del Chocó, donde ya existe actividad minera. (O)

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