La enfermedad del apuro III / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Las prisas y las preocupaciones son crónicas cuando sentimos que siempre estamos preocupados innecesariamente por el futuro, estamos ansiosos, inquietos y siempre tenemos muchas ganas de movernos de un lugar a otro. Apresurarse y preocuparse se ha convertido en algo natural que parece que no podemos deshacernos de estos hábitos. Sentimos que todo es urgente, como si siempre tuviésemos que estar disponibles para las personas cuando llaman, cuando envían un correo electrónico, propendemos a responder de inmediato, acudir de inmediato cuando ellos quieren reunirse y así por el estilo. Tenemos que hacer esto y lo otro de inmediato o perderemos tiempo. ¿Pensamos demasiado rápido que parece que no podemos captar nuestros pensamientos? ¿Hablamos demasiado rápido y no escuchamos a otras personas? ¿Interrumpimos a otros cuando hablan porque necesitamos presentar nuestras ideas inmediatamente?

¿Tenemos tantas tareas hasta el punto de olvidar algunas de ellas? ¿La tecnología es la culpable o es que sólo estamos ‘conectados’ nuestros minutos de oro distraídos con insignificancias y desinformaciones en lugar de tomarnos el tiempo para frenar un poco y descansar nuestra mente de indignantes frustrantes y amarillistas acontecimientos?

Si nuestro reloj dirige el tono y el flujo de su día, entonces es posible que debamos pensar en cómo vivimos nuestra vida. La gestión del tiempo y el hecho de ser consciente del tiempo es importante para asegurarnos de que está bien encaminado, pero el control constante del tiempo es simplemente obsesivo. Necesitamos liberarse del tic tac del reloj y simplemente disfrutar cada momento a medida que se presente. Parece que cada vez más personas siempre tienen prisa por llegar a algún lugar independientemente del día o la ocasión. Caminar rápido y apresurado incluso sin tener que hacerlo puede ser una señal de que necesitamos disminuir las revoluciones. La enfermedad de la prisa también puede manifestarse en la forma en que conducimos. Puede que conduzcamos demasiado rápido casi todo el tiempo, inclusive por encima del límite de velocidad para llegar a nuestro destino sin ser detenidos.

Superar la condición es engañosamente simple, pero generalmente requiere cierta determinación. Primero, identifique qué objetivos son esenciales, ya sea para tener éxito en su trabajo actual o para dar el siguiente paso. Luego, dedique tiempo en su día para centrar su atención exclusivamente en esos objetivos, sin distracciones.

En este mundo afligido por la enfermedad de la “alta velocidad”, muchas personas parecen haber perdido la habilidad de ser pacientes. Sí, creo que la paciencia es también una habilidad y no solo una virtud. Es una habilidad que algunas personas poseen de forma innata, pero también se puede aprender. Si simplemente no pueden esperar en silencio varios minutos en línea o en el tráfico sin quejarse, es posible que deban disminuir la velocidad y aprender la habilidad de ser paciente.

Es normal que todos nos sintamos presionados y apresurados durante ciertos momentos de nuestras vidas. A veces tenemos que cumplir con las expectativas, con los plazos y con las tareas y responsabilidades. No hay nada de malo en ello. Sin embargo, definitivamente hay algo malo cuando nos encontramos apresurados y al límite. Seamos honestos con nosotros mismos para que podamos comenzar a cambiar nuestra vida. Disminuyamos la velocidad y disfrutemos de nuestra vida antes de que se nos pase. (O)

Medicina integrativa oriental 

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