Kléver Silva Zaldumbide / De conciencia hipotecada

Columnistas, Opinión

 

 

Toda acción correcta estimula la espiritualidad de la persona y su satisfacción. Las acciones se convierten en acciones correctas cuando se las lleva a cabo a través del único sendero, el sendero del amor, que es el mismo sendero que nos conduce a Dios. Toda acción que favorezca la justicia, la misericordia y el amor, es inevitablemente una acción correcta. Es la diferencia entre el deseo egoísta de fama, por parte de muchos y la fama no buscada resultante de la acción correcta, la primera es ilusoria y efímera, la segunda es real y duradera.

En occidente, sumergidos como estamos en medio de una sociedad que está dispuesta a hacer lo que sea por alcanzar el éxito personal no es difícil suponernos que reine la tergiversación entre reputación, fama, éxito y riqueza, y es que no siempre van juntos. En el área académica o económica, el éxito, ya sea alcanzado en forma turbia o no, usualmente es engullido por las fauces de la arrogancia y el engreimiento petulante empapado de vanidad ambiciosa. Sería por este fenómeno que, con una mezcla de compasión y tristeza muy parecida a la lástima, comentaba un paciente al referirse a aquellos individuos que a veces hasta sin esfuerzos ni sacrificios previos, alcanzan un “estatus” cómodo “gracias” a una explotación codiciosa o a un gran atraco a los fondos públicos, sufriendo una repugnante metamorfosis, cambiando hasta la forma de hablar, inclementes bravucones de paja pero bien vestidos transitan en autos lujosos desconociendo a sus antiguos amigos, avergonzados de sus padres y sus raíces miran “bajo el hombro” al resto de personas de su alrededor, capaces de hipotecar su conciencia, ocultando bajo un costoso traje la ausencia de alma, con guantes de falsedad para esconderse detrás del progreso mal habido y que no les roce la moral ni la decencia.

Este paciente me preguntaba seguidamente: ¿Qué sentirán cuando estén a solas con su sombra? Le conteste que quizás este grupo de oportunistas tengan el alma vacía y estén dentro del espiral del todo vale y su codicia acabe por justificarlo todo, pues creo firmemente que la ambición perniciosa no debería ser el perfil del que se forma para tratar de entender y servir a los demás. Debemos luchar para que nuestro cerebro entienda que el conocimiento tiene que estar al servicio de nuestros semejantes y con humildad agradecer a Dios la suerte que tuvimos al entrar a éste y que no importe el sacrificio realizado, pues nunca existirá nada bueno sin sacrificio, la voluntad y la disciplina que imprimimos para llegar a una meta son sólo requisitos necesarios para salir de la mediocridad. Tratar siempre de vivir de tal manera que cuando nuestros hijos piensen en justicia, honestidad, amor y abnegación, piensen en nosotros y nunca se avergüencen de que nosotros hayamos sido sus padres.

La idea desordenada, confusa y profana del éxito es la que mantiene endémicamente enferma a la sociedad moderna. En cada esquina celebramos la muerte de nuestros propios ideales de convivencia, sentido de humanidad y amor al prójimo. Con incontenible insolencia estamos asistiendo al funeral de nuestra propia fe y esperanza. Con un rumo de críticas inefectivas todos satanizamos la situación de nuestra diaria realidad colmada de metas exclusivamente económicas y materiales percibiendo la evaporación de nuestra sensibilidad y la extinción de nuestra voluntad intelectual imaginativa de ser más humanos. (O)

 

Medicina Integrativa Oriental

 

 

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