Insuficiente legitimidad / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

“Nuestras vidas empiezan a terminar el día en que guardamos silencio sobre las cosas que importan.» – Martin Luther King Jr.

Y es que resulta imposible reservar al pensamiento e impedir que las ideas fluyan y los recuerdos afloren y las vivencias se evoquen, sobre todo en tratándose de advertir -con malestar y dolor- una realidad que resulta incuestionable, como aquella de tener un mandatario local elegido con apenas un veinte por cien de respaldos válidos, al tiempo de mantener al ochenta por cien, en la expectativa de contar los errores y exigir a sus ediles adopten urgentemente una decisión que ponga fin a tamaña decisión electoral.

Va de suyo, un mea culpa social generalizado, que empieza por reconocer a regañadientes la imprudencia de creer que todos pueden ser alcalde al mismo tiempo, de forma que mientras más candidatos se postulen mejor burgomaestre se tendrá. ¡Error. Craso error! afincado en las disposiciones legales vigentes que, no solo permiten ese atropello, sino que alientan el desbande político y la dispersión electoral para al final, tener ese tipo de autoridades: débiles, acorraladas, dependientes de favores y de acuerdos, sometidas a repartos y chantajes.

Desde siempre se ha definido a la libertad como uno de los atributos humanos y parte intrínseca de su dignidad. Los pueblos han luchado por ser libres y por ello, fue un día grande cuando se creyó haber abolido la esclavitud. No obstante, la peor a la que podemos estar sometidos es aquella del voto minúsculo, escondido en el apóstrofe de un símbolo, o en el espejismo de un color, o en el sonido de un nombre, que incluso en ausencia influye y promueve a sus cercanos y corifeos, para seguir haciendo uso de los hilos del poder. 

Acaso no sería bueno revisar una vez más el famoso Código de la Democracia y repensar en la necesidad de fortalecer, no solo los procesos políticos, sino y por sobre todo, los partidos, de manera que la sociedad en su conjunto -paulatinamente- se interese y asuma pertenencia a una ideología, a una propuesta política, que permita la postulación de los más honestos y preparados, dejando de aupar a la proliferación de movimientos personalistas y efímeros, que se agotan con la primera elección, o se prestan o se alquilan para cualquier inocentada.

Quizás sea pertinente introducir en las agendas legislativa y ejecutiva este tema, pero más, en la tarea diaria de espacios, partidos y movimientos que solo en época de campaña se activan, de manera que sirva para analizarlo y debatirlo ampliamente, tomando en consideración que la gran mayoría reclama y con insistencia, la necesidad de eliminar la corrupción y sancionar a los funcionarios públicos y a esos malos elementos del sector privado incursos en desafueros y delitos.  (O)


El desafío está lanzado.

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