Indultos/ Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

No puedo ocultar mi profunda preocupación y molestia por las declaraciones de la semana pasada del asambleísta electo de CREO Francisco Jiménez (antes fiel correísta), quien afirmó claro y alto que el bloque de CREO estaría valorando indultar al expresidente Correa, se entendería, a cambio de gobernabilidad en la Asamblea Nacional (AN).

Una declaración tan delicada y de semejante calibre no se da así porque sí, no es un invento, ni una equivocación, ni una alucinación personal de algún trasnochado. Evidentemente allí hay bastante trasfondo; y es que cuando el río suena… Solamente un iluso podría creer la ambigua rectificación de Jiménez o las posteriores negativas formales del movimiento político y de sus más altos dirigentes.

Entiendo que el presidente Lasso requiere espacios de consenso en la AN para llevar a cabo varias de sus ofertas de campaña, y sin el bloque correísta aquello sería prácticamente imposible, de ahí la lógica en la afirmación de Jiménez. Partiendo pues de esta necesidad política del nuevo gobierno y como saben que es imposible legal y constitucionalmente cualquier tipo de indulto por parte de la AN a un sentenciado por peculado (cohecho), lo que cabría entonces -y esto sería lo gravísimo- es que el Ejecutivo interfiera en la justicia para que a través de ella se anulen los juicios contra Correa y obtener así el apoyo de ese bloque legislativo.

Triste, pero el hilo que lo desenredó Jiménez conduce al ovillo de lo que podría ser un nuevo escándalo judicial, que de cristalizarse (nunca quisiera estar más equivocado), sería la réplica de la corrupción correísta a la que dicen combatir. Al anulársele los juicios al expresidente Rafael Correa, no sólo saldría victorioso y libre sino con su capital político y electoral enormemente fortalecidos. La delincuencia por enésima vez se nos reiría en la cara.

La sola intención -repito, la sola intención- de negociar con delincuentes sería groseramente ofensiva a la dignidad y confianza que millones de ecuatorianos depositaron en Guillermo Lasso. El presidente electo debe recordar que ganó porque quienes votaron por él en segunda vuelta (a diferencia de la primera) lo hicieron básicamente porque Lasso representaba el anticorreísmo. Por lo tanto, ese es su mayor y más valioso activo político, no otro. Defraudarlos sería mortal.

Además, si Lasso se refería a eso como el “Ecuador del encuentro”, le recuerdo que no se puede (debe) negociar con la mafia, tarde o temprano siempre se pierde, no hay opción. Es suicida.

El presidente tendrá que buscar otras formas de viabilizar su gobernabilidad en la AN, pero pretender subrepticiamente ensayar directa o indirectamente conseguir impunidad para quienes delinquieron y destrozaron el país jamás, ni de broma. (O)

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