Historia con humor / Pedro Reino

Columnistas, Opinión

Sin apartarse de la investigación y la verdad, los viajes me han dado oportunidad de conocer un libro estupendo, donde por ejemplo, hablando de “Belalcázar el hombre que fundaba” dice que “se lanzó a la Conquista después de haber ganado en su tierra un campeonato de matanzas de burros. Cuando el jurado vio que Sebastián  era capaz de descabezar un burro de un solo garrotazo, opinó que debía probarse en torneos internacionales.”

Cuando este personaje estuvo por Centroamérica por 1523 su afán fue “fundar cosas: ciudades, villas, aldeas, escuelas, centros de salud, campos de deporte; lo que se le atravesara…Para descansar de fundar ciudades, Belalcázar fundaba hijos con ayuda de las más atractivas indias de la localidad”.

La irreverencia a la historia puede molestar a muchos formalistas que creen que lo que nos han contado es cosa seria. Sobre todo las élites que hasta se creen descendientes de linajes de esta calaña. “Como le gustaba el oro y en Centroamérica solo conseguía pirámides y artesanías, viajó al Perú con Francisco Pizarro y participó en varios repartos de botines…En el camino se topó con la ciudad ecuatoriana de Riobamba, y para ahorrar inversiones en servicios públicos, fundó encima de ella a Santiago de Quito. Pero después pensó que le había quedado mal fundada y la volvió a fundar a 110 kilómetros de distancia; a esta le puso San Francisco de Quito, para diferenciarla de la primera. Un día estando allí, les dijo a sus subalternos:

Voy a tomarme una gaseosa, ya vuelvo.

¿Y qué hizo? Pues que en vez de tomarse una gaseosa fue y fundó a Guayaquil. Por lo menos no le puso San Fernando de Quito.

Siguiendo su camino a Guatavita, fundó a Cali en 1536 y, para que los caleños tuvieran a quien criticar, fundó a Popayán un año más tarde. Por falta de tiempo no alcanzó a fundar a Pasto, pero mandó a Pedro de Añasco a hacerlo y más tarde le encargó que fundara Timaná. Para entrenar como fundador amateur  a otro subalterno suyo, Juan de Ampudia, le autorizó que fundara una ciudad que llamó Villa de Ampudia. Pero Ampudia estaba aún un poco biche (tierno) y la villa fue desfundada un poco más tarde.

Belalcázar era ambicioso…quería ganar el Campeonato Mundial de Ciudades y para eso contaba con fundar Cartagena de Indias. Así que se trasladó ya de 61 años, a la costa Caribe dispuesto a convertirse en el fundador de la villa. Al llegar descubrió que ya la había fundado don Pedro de Heredia, 18 años atrás. Le entró entonces tal ataque de envidia, que murió en el acto. Era el año de 1551. Fundó entonces los nichos fúnebres de la catedral. Algo es algo. Belalcázar era considerado hasta hace poco medalla de oro en fundaciones”.

Daniel Zamper Pizano  es el escritor de quien he transcrito estos párrafos de su libro “Lecciones de HistEria de Colombia” (2019). Su sentido satírico nos alerta y nos advierte que la solemnidad de creer en las fundaciones, para unos, hacen reír a otros. Pero una cosa sí nos alerta el autor. En la época de las fundaciones, ni ellos mismo se creían ni se respetaban. Lo que querían es ser sus gobernantes, unos encima de otros, conforme lo palpamos hasta nuestros días. Todavía jugamos a la colonia.(O)

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