Historia azucarada / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

En el libro Senderos de la Humanidad, el antropólogo Tal Halman explica las peripecias de hombres primitivos de hace millones de años. Tropezaban con un paraje, se alimentaban de frutas, hojas, raíces, todas silvestres. Ignorantes sobre la reproducción por semillas y plantas, cuando agotaban la “cosecha,” emprendían el éxodo en busca de otras parcelas nutritivas.

Cargaban la fruta como “cucayo” para el camino. Los largos días de trayecto y el sol fermentaron las manzanas. El abres les obligaba a devorarlas. Según Hillman, las manzanas fermentadas generaron alcohol que generó y estimulo el paroxismo. El hombre había descubierto el alcohol.

Nerón, el emperador romano, se mandaba unas bacanales de padre y señor nuestro. Los historiadores afirman que, en ese estado de desquiciamiento alcohólico, Nerón asesinó a su madre Agripina, a su esposa Octavia. Inauguró un régimen de crueldad.

Demos un brinco gigantesco y ubiquémonos en nuestro patio de hace unas cuantas décadas. El gobierno ecuatoriano estableció la institución Monopolios del Estado. En denominación popular los Estancos, encargados de recibir toda la producción de alcohol. Los “guardas” de estancos dormían junto a los alambiques no para cuidar la pureza del producto –relativamente virgen porque no había mezcla alguna–. El trabajo de los guardias era cuidar que el propietario del alambique no se substrajera unos litros de “puntas” para obtener unos sucres extras, “ilegales.”

Los dueños de cantinas y tiendas tenían que obtener “la patente” de Estanco, documento que les autorizaba comprar cierto número de litros de alcohol. El cantinero “bautizaba” el trago, generalmente con agua de hoja de higo. El higo le daba cierto sabor agradable; el agua bajaba el grado alcohólico. Algunos autores afirmaban que ese bautizo benefició a los tomadores.

Lo que hubo en esos años, relativamente inocentes, fue la corrupción (Este modesto trovador de caminos cree que, si la hubo, pero en porcentajes mínimos). Ese negativismo llegó después: mezcla inmisericorde de alcohol de caña con alcoholes industriales y otros ingredientes nocivos. Desprecio por la vida del prójimo con el único objeto de obtener ganancias ilícitas.

Los tragos están ligados con el intenso trafago de la vida humana. La sociedad consume bebidas para festejar éxitos o para ahogar fracasos. Hay “chispos” que producen conversación simpática y hasta rasgos de inteligencia, ideas provechosas, jovialidad. En el otro extremo estáa el embrutecimiento total, la violencia. Solo el razonamiento profundo crea campos inteligentes.

La familia, la sociedad y la educación tienen un desafío piramidal en la orientación positiva de muchachos y muchachas, de adolescentes; presente y futuro del país. (O)

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