Histeria institucional / Esteban Torres Cobo

Columnistas, Opinión

Me sorprende a veces la facilidad con la que estamos dispuestos a ceder nuestra libertad y el poco valor que le damos cuando las cosas se ajustan. La pandemia ha sido justamente el termómetro para medir que tanto la necesitamos y que tanto estamos dispuestos a defenderla. También ha sido el justificativo perfecto para quienes con mucho o poco poder encuentran cierto placer es disponer sobre la vida cotidiana de las personas. Porque no hay afrodisiaco más potente para ciertos funcionarios que el de decidir sobre lo que puede y no puede hacer su vecino en su tiempo libre. Es simplemente mágico llegar a alcanzar tal poder.

Y los últimos confinamientos totales representan esa doble paradoja. Por un lado, el poco amor a la libertad personal que, precisamente tiene obligaciones de por medio y no es gratuita, y por otro el afán de imponer y limitar la libertad del otro. ¿Es lógico, acaso, que un ecuatoriano no pueda salir a caminar solo o acompañado por su hijo o su pareja por la calle, con mascarilla y distanciamiento social? ¿O que no pueda utilizar su auto para moverse a un destino donde no se encontrará con más gente? ¿Qué no se pueda ir un sábado a un parque o a una montaña?

No tiene sentido alguno. Si se producen contagios todavía en nuestro país es porque hay eventos de verdaderos descerebrados que en forma masiva se juntan sin mascarilla. Ellos lo hacen dentro de su libertad, es claro, pero en esta situación extrema esa libertad quita libertad a quienes no celebran actos como esos. Y las autoridades, borrachas de poder, no ven más soluciones que decretar estúpidos confinamientos totales que, además de la libertad, están conculcando otro tipo de derechos a quienes simplemente no se pueden dar el lujo de parar sus actividades.

Y, para colmo, el Ejecutivo envía un proyecto de ley para otorgar poderes plenipotenciarios al COE nacional y para que éste haga lo que de la gana cuando lo crea. Sin controles ni contrapesos de ningún tipo. Simplemente, esta histeria institucional es infinita. (O)

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