¿Himnos nacionales? / Pedro Reino

Columnistas, Opinión



La casi totalidad de Himnos “nacionales” de América Latina, tienen letras similares al criterio independentista. Nuestros himnos son independentistas y no nacionales, enmarcados en el criterio de la nación-estado. Estos cantos heroicos surgieron como necesidad de complementar junto a escudos y banderas, la trilogía distanciadora de la  España monárquica. Los poetas tuvieron que reivindicar  hazañas alegando tiranía, yugo, cadenas, opresión ejercida por el león ibérico, visto para la época como “monstruo sangriento”. Son cantos triunfalistas de épocas armadas. Son cantos de soldados que como parte integrante de los ejércitos de aristócratas, se posicionaron como semilleros de nacionalismos político-administrativos. En Ecuador, hasta estos días de 2016, se reclaman como “columna vertebral de la Patria”. Según esta frase, ellos son la estructura, el resto somos carne y tripas nada más. Las armas son el corazón de los pueblos.

Los himnos, ahora conocidos como nacionales, tuvieron su inicio en Venezuela, donde desde 1810 se empezó a cantar “Gloria al bravo pueblo”, como una canción heroica popular que luego pasó a Himno hasta oficializarse tardíamente  en 1881. Resulta inquietante una serie de similitudes, que hasta parecen plagios, en muchas letras de himnos suramericanos. Esto, me anticipo a comentar, tiene una arista de similitud, son cantos que nos unen ese ‘escupir al cielo’, porque Iberia siendo parte vital de nuestra identidad, resulta repudiada en todo acto oficial en el que se canta un himno, que dicho sea de paso, no se lo hace solo en actos considerados solemnes, sino en eventos minúsculos que reflejan nuestras cursilerías.

 Cualquier español actual que escuche un himno en América del Sur, sabe que en cualquier país le van a cantar lo mismo. Sabe que le van a enrostrar con los mismos calificativos con sed “de venganza, de guerra y furor/ en los fieros tiranos” según el himno argentino. Si llegan a Ecuador tendrán que oír que nosotros, como “hijos del yugo que te impuso la ibérica audacia” decidimos vengarnos del “monstruo sangriento” que era un león que “destrozado se oía  de impotencia y despecho rugir”. Los chilenos dicen cosas graves en una estrofa: “El cadalso o la antigua cadena/ os presenta el soberbio español:/ arrancad el puñal al tirano,/ quebrantad ese cuello feroz”. En el himno del Perú la advertencia a España no puede ser menos evidente: “Nuestros brazos hasta hoy desarmados/ estén siempre cebando el cañón/que algún día las playas de Iberia/ sentirán de su estruendo el terror”. Bolivia dice: “si extranjero poder algún día/ sojuzgar a Bolivia intentare/ al destino fatal se prepare.”

Todos estamos, al cantar,  actualizando una venganza anacrónica, puesto que se nos ha sometido a tiranías frescas y a entreguismos de apátridas que son los primeros en cantar el himno nacional. Estos himnos algún día tienen que ser sustituidos por himnos integradores, cuando se hayan aclarado los conceptos del nacionalismo identitario vistos desde la perspectiva cultural. Sería de esperar un sincretismo histórico positivista que debe ir paralelo a las rememoraciones cívicas o de hitos rememorables. Cuando dejemos el viejo discurso independentista y las marchas con desfiles cívicos  en honor a los héroes de la peluconada criolla que captaron el poder para reivindicar sus aristocracias de parcela, sus pujos nobiliarios respaldados en la economía explotadora.

¿Quiénes son los autores o intelectuales que compusieron los himnos? En el caso ecuatoriano, fue Juan León Mera, un tanto menos encopetado que Olmedo, o que el propio Flores con pretensiones de literato; pero al fin y al cabo, un romántico engominado frente al cholerío andino, parte de familias de latifundistas, germinado, eso sí,  con  alta sensibilidad humanística. (O)

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