Harvard / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión


 El proyecto de ley de educación superior ha generado opiniones a favor, en contra, otras curiosidades. En la TV, un personaje entrevistado dijo: “De todos modos, Universidad de Harvard nunca llegaremos a ser.”

 El prestigio mundial de la Universidad de Harvard es producto de siglos de trabajo sacrificado, serio, científico, inteligente, honesto. Entre sus profesores hay varios Premios Nobel, galardonados por sus descubrimientos científicos sobre salud, producción, economía.  Investigaciones en beneficio de la humanidad. 

¿Sólo quienes tienen mucho dinero pueden estudiar en Harvard?  No. El primer requisito es ser buen estudiante. Hay becas, préstamos, rebaja de aranceles, para estudiantes capaces, de escasos recursos. Harvard tiene diez mil alumnos en sus” extensiones” de otras ciudades. No posee “sucursales” con grandes construcciones. Los profesores viajan a dictar clases nocturnas en aulas que Harvard pide “prestadas” a colegios locales.

Harvard llega a lugares tan lejos como el Polo Sur, donde los marineros de submarinos nucleares estudian materias válidas para continuar carreras una vez terminado el servicio militar. En estos casos, los aranceles son modestos, tradición que viene desde el siglo XVIII cuando el pago por materia y período era el valor de dos fanegas de trigo.

Los supervisores, designados por elección, constituyen la Cámara de los Lores, el Consejo de Administración de Harvard.  Su responsabilidad en el manejo de la universidad representa honor supremo.  John F. Kennedy no logró los votos para ser miembro de este organismo.

La organización financiera es sobria y exageradamente rigurosa. Es más “factible” conseguir un centenar de miles de dólares   para un proyecto de investigación científica, qué unos pocos dólares para pintar un albergue docente. El Consejo de Administración cuida hasta el último centavo.

 En resumen, los logros de Harvard son de altísima calidad porque su principal producto es pensamiento. Porque todo el sistema funciona en una sola dirección, excelencia e investigación. Por supuesto, hay estudiantes rebeldes, pero sus reclamos no se expresan con piedras y palos. En varios casos, Harvard ha aceptado modificaciones del currículo sugerencias y sustentadas, inteligentemente, por estudiantes.

Uno de esos “rebeldes”, vísperas de su graduación, declaró: “La Universidad no es necesariamente bastión de justicia y libertad, pero ciertamente es mucho mejor que el mundo exterior.” (J.Kahn, Harvard.)

¿Podría la universidad ecuatoriana emular aspectos positivos de universidades del primer mundo? Yo creo que sí. Sólo necesita fundamentar su trabajo en dos parámetros supremos: excelencia académica y honestidad financiera; como lo hacen universidades pequeñas de los países nórdicos, por ejemplo.

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