Gobierno de los don nadie. 2020/ Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión

Digamos que para nosotros, una forma de calificar a  los otros, puede tener el  peyorativo de endilgarlos ser los “don nadie”. Según estoy leyendo a Foucault, esta idea viene desde los griegos atenienses; desde luego con las modificaciones surgidas de interpretaciones actualizadas. Para contrarrestar calculadoramente que nos traten de “don nadie” tenemos dos alternativas modernas: o nos llenamos de títulos, antes y después de nuestros nombres cuando lo hacemos al firmar o mostrarnos ante el  público; o nos valemos de la publicidad para que nos respeten los ingenuos y los ilusos. Así, los don nadie son farsantes modernos que falsifican su personalidad como un billete sin fondos . En la política, desde los atenienses, estos “don nadie”, según el análisis de Foucacult eran gente intrusa que aspiraba reconocimiento de “ciudadanía”. Para nosotros, habría que replantear el criterio evaluativo, puesto que son quienes vuelven a esa “intrascendencia” devaluada, una vez que concluyen o dejan los espacios de poder que han ocupado mediante el engaño.

El derecho a una ciudadanía entre los atenienses, buscaba gente “limpia”, y entre las condiciones para ello estaban “no ser hijo de un intruso y bastardo”. Esto quiere decir que, por una parte, los conocedores de la cultura ateniense tenían derecho al gobierno, porque los “intrusos” eran como unas “clavijas incrustadas en un tablero” que no armonizaban con la esencia del objeto musical. Solo eran “ciudadanos”, legalmente, los hijos de padre y madre atenienses. Es decir, que se fomentaba una ciudadanía patricia y cultural. Se decía que solo ellos sentían la patria.

De otro lado, esta gente “limpia”, no debían tener su condición de bastardos, en sentido literal. Esto quiere decir que la nobleza estaba destinada a gobernar. Pero vamos a redefinir o a ubicarnos en el criterio de nobleza de los atenienses. Eran nobles gente de arte, filósofos, dramaturgos insignes, escultores, arquitectos, poetas, historiadores. El criterio espiritual valía más que el criterio que se tenía de la masa no cultivada.

Los atenienses no querían “elementos importados de cualquier origen. Quienquiera que llegue de una ciudad extranjera a instalarse en otra, es como una aviesa clavija clavada en una viga; de nombre es ciudadano, de hecho no lo es” (Eurípides). Si miramos esta reflexión desde un ángulo de sicología etnocultural, los griegos detestaban y legalizaron la “ciudadanía” como un derecho cultural de una identidad de querencia y conocimiento, porque los forasteros solo demostrarán (y lo han hecho) que buscan intereses particulares.

Según los griegos, los ecuatorianos hemos sido gobernados por estos “don nadie”, desde el surgimiento de la república. Es más, las conquistas, tanto del incario como de los hispanos, también quedan vistas como experimentos de los don nadie que han saqueado, no solamente la riqueza económica, sino la cultural, por lo cual, hasta se ha dicho oficialmente que “en nombre del pueblo ecuatoriano”, hay que pedir disculpas a los saqueadores de bienes patrimoniales. Nuestro problema son las tolerancias multiculturales que son mitologizadas como xenofóbicas. Pero ojo, que una cosa son los Estados y otra cosa son los caminos de las nacionalidades que buscamos utopías comunes y derechos a crecer en el respeto y dignidad que tiene cada pueblo y cadanación. Ser un defensor de identidades y de humanismo nos servirá para valorar una ciudadanía que nos haga respetables y respetados.  (O)

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