Fruslerías / Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión

La palabra va relegándose, pero su significación está más vigente. Estamos acosados por las insignificancias  “que podríamos formar con ellas volúmenes, como si la fugacidad fuese cosa atendible y consistente” dice un redactor de curiosidades políticas que se publicaban hace casi cien años en esta Patria. Él se identifica como Kurt von Friede “germano hasta ayer y ecuatoriano hoy por decisión indeclinable y en gracia a las gangas que ofrece este bello país”. Este crítico nos habla de la época de don Isidro Ayora como candidato en la que aparecieron “políticos trasnochados, y esfinges enigmáticas”. El germano se indigna y vocifera: “nada habéis de temer de mí sino la libertad de echaros  la gran azotaina que tengo suspendida de mi voluntad omnímoda de escritor contra toda delincuencia y contra toda mojigatería en esta gran fábrica de cartones que llamamos la República del Ecuador.” (p. 31, Crónicas fugaces).

El autor dice que se acoge a la Constitución si es que tienen pensado desterrarle. Menciona que puede costarle el hecho de hablar objetivamente, pero “A Dios gracias no me caso con nadie porque casado soy ya…Pues que hay ociosos recortando periódicos para coleccionar estas fruslerías. Indicios de la época: Época de liviandades y hojarasca; de improvisaciones y faramallerías. Intereso únicamente no les den a saber a mis colegas de los periódicos acaparadores del buen gusto literario y del grueso negocio de papel impreso; y que no lo dejen saber, porque les boicotearían como nos están boicoteando sus voceadores en fuerza tal que si nos vocearan a nosotros no podrían vocearlos a ellos…ja, ja, ja…!!! Con el favor de Dios, estamos viviendo sin el permiso de los estimadísimos colegas.

¿Qué especialísimo interés tiene don Víctor Emilio Estrada, por ejemplo, de saber quien soy? No le debo a su Banco y por consiguiente no podría llevarme a la quiebra. ¿Quiere comprar mi silencio? No tiene plata suficiente él ni su Banco para eso. No me conoce el señor Estrada ni yo tampoco a pesar de su notoriedad… El señor Estrada; don Víctor Emilio; el hijo del Ex Presidente Estrada; el nieto del señor Estrada aquel amigo de Guillermo Franco, de tan amable recordación para su querida familia…ya, ya, a su tiempo nos ocuparemos de tan brillante personaje.

Y, también (nos ocuparemos) del político tal, el empleado cual, el abogado N y el médico Z; el ingeniero aquel de la famosa combinación arquitectónica; del político cazurro que está esperando su turno y urdiendo entre tanto picardías a porillo y del político ingenuo sin turno; del bobalicón del director del Banco X; del famoso soquete de la gerencia; del acaparador de negocios; del médico político sin clientela; del empleado desleal del ayorismo que raja a espaldas del amo y le besa los pies por delante; del político fracasado y del que se está poniendo en potencia propincua; del abogadillo que se rebeló hasta el día que le  rindieron por una prebenda; y, del oficial M de la combinación de las ligas depuradoras hurtadas al lenocinio de su propia conciencia, etc. etc. todos, todos recibirán especial tratamiento a su debido tiempo. Especialmente los taimados monarcas del chantaje político; y cierto papel impreso del color de los humores, que vive del favor de los organismos en descomposición…” (Crónicas Fugaces, Guayaquil 1930, p. 34). (O)

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