¡Feliz Navidad!/ Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión



Los buenos somos más. Lamentablemente convertida en estribillo de algunos políticos corruptos y mafiosos, es en realidad una frase que define con sobra de acierto a la humanidad entera. Para confirmarlo no hace falta escarbar mucho, la candidez y ternura de cualquier niño ya lo dice todo, no obstante, tampoco es difícil evidenciar a diario innumerables actos de amor, desprendimiento, generosidad, solidaridad y afecto de gente comun y corriente que desde cualquier rincón del mundo hacen que no perdamos la fe.

Pero no es solo eso, escondido en los recovecos del alma sale a relucir en los momentos de mayor angustia y dolor una particularidad única del ser humano: la determinación y coraje para no doblegarse, la que junto con aquellos nobles sentimientos, no hace sino enaltecer aún más nuestra condición.

Este año ha sido trágico en varios sentidos, pero ha sido también la oportunidad de evidenciar -tal vez con más fuerza- esa actitud indomable en hermosos gestos de humanidad, como los descritos a continuación:

Durante los primeros meses de la pandemia muchos líderes mundiales y entendidos en la materia nos decían que debemos esperar al menos dos años (si no más) para que podamos contar con la vacuna, que su desarrollo no es nada fácil y que los estrictos protocolos hacen imposible tener una antes de ese tiempo. Bueno, pasó lo imposible, tenemos vacunas (así, en plural) con más del 90% de efectividad y en menos de un año. ¿Dígame usted si esa determinación de grandes científicos trabajando sin descanso para que no muera más gente en el mundo, no es motivo de orgullo y complacencia?

El segundo caso ocurrió aquí en el Ecuador la semana pasada con un humilde niño de apenas 9 años de la provincia del Azuay que grabó un mensaje de voz a su profesora. Se lo transcribo: “Profe Nancy buenas tardes. Le puedo decir que no puedo mandar el deber muy prontito porque acabánose las clases mi cuchi empieza a parir y no sé hasta qué horas estará. Y como mi mami aún no llega de Paute, yo tengo que estar viendo ahí… a la cuchi. En cuanto acabe de parir le envío el deber, ya gracias. Chao. Espero que me entienda.”

¿Ve?, no son solo las mentes más brillantes las que nos dan grandes satisfacciones en los momentos más duros, al otro extremo también están estas almas pequeñitas que con gestos tan sencillos nos iluminan la vida de gratitud y ternura.

Recuerde que en las situaciones más complicadas de la vida siempre habrá alguien que nos devuelva la esperanza (y puede estar a su lado ahora mismo). Es que más allá de la cantaleta política, efectivamente, los buenos somos más.

¡Feliz Navidad! (O)

mariofernandobarona@gmail.com

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