Emigración-inmigración mundial / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión



El Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está expulsando a los inmigrantes ilegales. Pero lo que Trump aparenta ignorar es que su país es producto de la inmigración no solo ilegal sino delincuencial de los primeros asaltantes al continente virgen; entre los cuales seguramente estuvieron ancestros europeos de las actuales generaciones estadounidenses; la línea de los Trumps, incluida. La historia del mundo no es otra cosa que un colosal escenario de emigrantes e inmigrantes. Intentemos algunos saltos descomunales en el tiempo.

Desde el inicio de vida humana en la tierra, aparecieron dragones humanoides que invadieron territorios, esclavizaron a tribus y pueblos, robaron riquezas ajenas; crearon imperios exclusivos. Cuando la evolución política, las guerras y revoluciones establecieron países con fronteras casi definidas, aparecieron las tendencias políticas de izquierdas y derechas con ponencias y actitudes demenciales, creadoras de dictadores sanguinarios, opresores de los pueblos.

A medida que la población de los países industrializados creció, se tornó más movible. Mucha gente cruzó fronteras y océanos para dirigirse a países extraños. La más grande mudanza fue a América del Norte, América del Sur, África, Australia y Nueva Zelanda.

Este movimiento incrementó su ritmo después de 1870. Entre 1870 y 1900 más de diez millones de personas dejaron Europa para trasladarse a un solo país, Estados Unidos; inmigración masiva sin parangón en la historia de la humanidad. La mayor emigración fue de países de condición económica muy pobre como Irlanda e Italia; o de países donde grupos minoritarios ejercían opresión sobre los pueblos judío, armenio y eslavo.

La tendencia de alejarse de Europa continuó aun después del año 1900, terminada la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, muchos países, especialmente Estados Unidos, empezaron a cerrar sus puertas a los inmigrantes. Ante tal situación, los emigrantes, en gran número, se dirigieron a América del Sur cuya población creció, se duplicó entre 1900 y 1930.

Hoy, podríamos decir que esos tiempos ya pasaron. Los campos políticos se han civilizado, pero no completamente. Sigue existiendo un porcentaje lacerante de hombres y mujeres que tienen que emigrar de su tierra natal en busca de pan, abrigo y educación para sus descendientes. No obstante, debido al crecimiento poblacional sin límite alguno, o a la realidad territorial y desarrollo limitados, el mundo actual no puede compararse con la situación del siglo XVII.

El mundo ideal en el que cada país desarrolla fuentes de trabajo para que todos sus habitantes progresen y vivan por siempre en su terruño, no existe hoy ni existirá jamás. Los dueños del poder y de la riqueza no lo permitirán, también jamás. Hay, entonces, que vivir realidades. Ecuador, por ejemplo, país territorialmente pequeño, con limitaciones de todo género, no puede intentar aparecer como el salvador del mundo y recibir extranjeros al por mayor… Otra cosa es Estados Unidos, país gigantesco en lo geográfico y en desarrollo económico. (O)

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