El uso y el abuso / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

La aspiración, propósito, intención, anhelo, o ambición, según el diccionario, no es otra cosa que la pretensión y, esta expresión, desprendida del sentimiento individual, encaminada a demandar y alcanzar algo que en verdad se anhela y se aspira, sin ninguna duda se trata y es, de un acto legítimo. 

Pero cuando está -intencionalmente- adherida y dirigida a causar malestar, daño, intranquilidad o simplemente afectación a otra persona, bien podemos inferir que, la legitimidad del acto queda en cuestionamiento y la aparente buena intención, cambia, muda a una instancia de valor diferente, que dista mucho de aquella y raya más bien en la de la cualidad de la intención, es decir, el carácter deliberado con que se realiza algo.

A qué viene el cuento. Pues simplemente a generar una instancia de reflexión que nos permita -en el diario vivir-  advertir esos comportamientos humanos, para poder entender el por qué de las situaciones que se presentan y que, a veces, nos confunden y nos inquietan. 

Se trata de romper -si se quiere- el paradigma y aventurarnos a entender lo que aparentemente resulta inexplicable y a partir de ello, facilitar ese entendimiento a los demás.

Pero resulta harto difícil el cometido. 

Cuando la justicia, abandonando su tradicional compostura, se presta a la consumación de esas aspiraciones reivindicatorias de «todo» y «nada». 

Los espectadores, no atinamos sino a imaginarnos ese espectáculo, a guiso de mantener la boca cerrada y el potaje sin alteraciones. 

Seguramente luego, habremos de enterarnos de vericuetos y maniobras “non santas” y de las verdaderas intenciones y, entonces, nuestras reacciones serán seguramente contradictorias con la primera “de aceptación, justificación y solidaridad” para con la supuesta víctima. 

Las acciones constitucionales encaminadas a la defensa y reparación de los derechos “políticamente usadas”, terminan alterando el espacio legítimo del reclamo y exasperando los ánimos ciudadanos que, finalmente, con el mismo rasero, juzgan y ubican en similar tinaja a unos y otros, generalizando conceptos, categorizaciones y percepciones. 

El daño moral, difundido de esta manera, causa más dolor, sufrimiento y frustración, y afecta a más gente. Mucha de ella, inocente y esperanzada-como la mayoría- en mejores días para todos. 

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