El hijo de Rosa Sinailín no tiene cara de indio. 1808 / Pedro Reino

Columnistas, Opinión


Si ha pasado al registro escrito, en el hablar de la gente debe haber sido todo un alboroto por Huachi Chico, saber que la tal Rosa Sinailín, india viuda que había sido mujer de un tal José Oñate, había parido un hijito “que tenía buena cara, que no parecía hijo de indio”. La indígena vivía sometida a un mayordomo donde vivía en una huerta llamada “Casigana”. El mayordomo Manuel Guerrero entra en esta historia como parte de la evidencia. Pueden imaginarse recordando las caras blancas, los ojos claros, los pelos rubios y otras señales de los “Guerrero” de Huachi Chico, que fue su hábitat en las faldas del Casigana. En esta historia que tiene un desenlace nefasto entra en escena la madre del mayordomo Guerrero, una señora María Saltos, llena de cálculos perversos en contra de la criatura que termina pagando una culpa que no fue más que haber nacido heredando rasgos físicos diversos a su madre india.

El documento por el cual sabemos esta historia lo guarda el Archivo de Ambato, y lo habría elaborado el Protector de Naturales Manuel Garrido, según firma al final del mismo. Igualmente, deducimos la paternidad de Guerrero, por el interés demostrado en disponer del niño, caso contrario, la hipótesis recaería en don Manuel Montenegro. Desde luego que este “juzgamiento” tan solo es hipótesis, porque sabemos históricamente la conducta de los mayordomos de indios y de negros, capaces de comerciar con sus propios críos.

“El Protector de los naturales de este Corregimiento por la protección de Rosa Sinailín  india de Guachi viuda de José Oñate, dice: que esta informa por la relación que hace que hallándose sirviendo de conciertos con su marido en la güerta de Casigana de don Manuel Montenegro, parió un hijito varón, el cual aun siendo de pocos meses  fue de toda la afición y codicia del Mayordomo de aquella huerta, Manuel Guerrero, y de su madre María Saltos, y que por esto diariamente importunaban a esta india en que les había de dar al dicho su hijito, expresándole que tenía buena cara, que no parecía hijo de indio, y que por tanto ellos lo vestirían de güiracucha  y lo liberarían de la paga de tributos.”

Leamos el resto del documento y adentrémonos en la tragedia del niño y de su madre viuda. Actos de malicia y de conductas perversas han existido en todos los tiempos. La presión de la esclavitud con la que nacen los niños, doblegan la dignidad y generan esos resentimientos sociales inmersos en los cuales se ha desarrollado nuestras vidas:

“nunca quiso la india convenir en dar a su hijo hasta el mes de Noviembre próximo pasado  en que habiendo ya perdido a su marido y creciendo las importunaciones de que le diese al muchachito, resolvió en darlo, anteponiéndole a Guerrero,  su madre, que siempre que no le diesen a su hijo la estimación y buen trato que ofrecían, se lo había de volver  a llevar. Que protestando los dichos hijo y madre que así lo cumplirían cargaron con él, pero que el cumplimiento de estas ofertas tan reiteradas vino a parar en que a pocos días de tener al indiecillo  en su casa, empezaron a vestirlo de látigos, oprobios, maltratos, de modo que viendo esta india a su hijo con tan extraordinarios vestidos que no eran los que se les habían ofrecido, ni menos el matarlo de hambre, como lo hacían, resolvió el írselo a traer y no se lo quisieron largar demandándole 10 pesos por la crianza de 5 meses no cabales que se lo han tenido, que tantos van corridos solamente desde tantos del citado Noviembre hasta la fecha.

Medite la perspicaz entereza de Ud.  Si en este corto tiempo pudo aquel indiecito haberles ocasionado el excesivo costo de 10 pesos con la mala vida y maltrato que le dieron, ni aun cuando le hubiesen dado amor pagando que lo criase, mayormente no necesitándola pues fue ya destetado; lo que se cree juiciosamente es  que el dicho Guerrero y su madre avaluando cada látigo y garrotazo  que le dieron al muchachito, cuando más aun mercado cada uno, han venido a sumar la abultada  cantidad de 10 pesos, por tanto y no siendo sufrible esta iniquidad, suplica el Protector a la justificada integridad de Ud. Se sirva mandar que en el acto del requerimiento entregue el muchachito sin escusa ni pretexto alguno, con apercibimiento que de no hacerlo pasará un ministro de Justicia  a su costa  y hará que lo verifique. Que así procede de justicia  que implora con costas.- Ambato y Abril 5 de 1808.- f) Manuel de Garrido.” (O)

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