El federalismo / Hernán Marcelo Guerrero

Columnistas, Opinión

Para un mejor entendimiento, sin palabras escogidas del diccionario político, nos hemos dado tiempo para leer y tratar de ilustrar a nuestros lectores sobre lo que es el federalismo.  En un estado unitario como lo es Ecuador, el poder lo ostenta el gobierno central y lo distribuye a los demás territorios, provincia, cantones y parroquias.  En un estado federal el poder lo tienen los territorios, y cada uno cuenta con un poder ejecutivo, legislativo, judicial y electoral. Que no es tan sencillo de realizarlo, pues, se necesita de una reforma constitucional íntegra a través de una constituyente, previo dictamen de la Corte Constitucional, y  sería la consulta popular la que convoque a una Asamblea.

El centralismo es el culpable de que salgan a la luz ésta y otro tipo de propuestas de nueva organización del estado. Ante la mala gestión política y administrativa, se echa la culpa a los modelos. En la misma línea se cree que los modelos son la panacea del cambio.  La interrogante  es, ¿cuántas provincias tienen condiciones reales para ser autónomas?, pues cada provincia tiene sus inequidades socioeconómicas. El pueblo debe tener una  educación amplia para tomar una decisión correcta, y eso demora mucho tiempo.

 La pregunta sobre si el federalismo es o no la solución es uno de los temas de conversación, otro es el cómo podría articularse de acuerdo con la normativa vigente, cuáles serían los pasos y los procedimientos. Se han expuesto ejemplos de países actualmente gobernados por distintos modelos ideológicos y económicos que han organizado su sociedad como estados federales bajo un cuerpo central.  México, Brasil y Argentina entre los más cercanos. Sin embargo, a pesar de ser federales, sus sociedades no han resuelto ni la media peor la extrema pobreza, por la injusta distribución de recursos. Es importante que, si la sociedad quiere ir por este camino, se lleve adelante un debate serio, con profundidad y metodología.  Que no sea únicamente el reflejo o la reacción a unas semanas en las que los ánimos quedaron susceptibles y el desprecio por la clase política y su falta de resultados lleve a asumir cualquier anuncio como solución.  

Es también necesario que a la par de esta conversación, el gobierno haga esfuerzos por articular su propia agenda y ejecutarla.  Mirando sobre todo las ofertas comprometidas durante las movilizaciones de junio y consolidar una hoja de ruta sobre los urgentes desafíos.  A los cambios de nombres en el gabinete deben seguirle cambios en la gestión, en la política y en el enfoque del programa de gobierno de manera que entregue resultados.  Esa urgencia no se resuelve con el federalismo.

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