El corrupto eres tú / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión



El país está prostituido de corrupción, cinismo y desvergüenza. Nunca antes hemos vivido tanta podredumbre en tan poco tiempo. Estos delincuentes de cuello blanco son tan descarados que se les comprueba el delito en flagrancia o en los tribunales y responden más bravos victimizándose y huyendo.

Ya lo he dicho en más de una ocasión: ellos no tienen la culpa, ellos solo se aprovechan audazmente de las circunstancias, la culpa la tenemos nosotros los votantes, nosotros creamos las condiciones para que ellos sigan festinándose la plata cada vez que se les antoja. Pero esto no es de ahora, ya se nos advirtió -muy fuerte y claro- dos mil cuatrocientos años atrás.

Grecia, la madre de la filosofía y la democracia, parió este par de vástagos y desde el primer momento le dieron dolores de cabeza. La filosofía acusó a su hermana democracia de ser populista y demagoga, y quien defendía esta teoría fue nada menos que Sócrates, uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos. Él graficó esta acusación con una interesante metáfora: Se ha organizado un viaje de varios meses por el océano, dijo Sócrates; y preguntó: ¿Quién te gustaría que elija al lider del barco, a su capitán: cualquier persona o un grupo muy selecto de personajes eruditos, educados y que conozcan de navegación? La respuesta fue: obviamente las personas educadas. ¿Por qué entonces, concluyó Sócrates, permitimos que en democracia cualquier persona elija a sus líderes?

Aunque es bastante discutible la posición socratiana, porque nada garantiza que la inteligencia y la academia sean los factores idóneos para elegir a los mejores, sin embargo, no es menos cierto que las grandes masas incultas (votantes) son altamente influenciables y se dejan llevar fácilmente por la demagogia y el populismo, por tanto, contaminan la esencia de la democracia impulsados por meras emociones dejando de lado a la razón. En una próxima ocasión revisaremos otra metáfora de Sócrates que ilustra perfectamente lo anotado.

No es fácil, porque la solución no está, como he mencionado, en restarle derechos al ignorante y dárselos como exclusividad al cultivado. El tema va mucho más allá y tiene que ver con principios, principios de los que a lo mejor el votante carece, por eso, aunque el político por el que votó sea descubierto robando -o permitiendo el robo-, lo va a defender por justificativos emocionales como el “todos roban; robó pero hizo obra o habla bonito”. En función de aquello, en vez de indignarte con tanta fechoría, pregúntate si a lo mejor el corrupto eres tú. (O)

mariofernandobarona@gmail.com

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