Ecuador federal / Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión

La celebración del bicentenario de Guayaquil coincide, intencionalmente, con el lanzamiento oficial del Movimiento Cívico Ecuador Federal, una agrupación ad honorem, cuya creación recoge el anhelo pendiente de esta ciudad y que algunos líderes políticos y no-políticos persiguen, convertir al Ecuador en Estado federal.

El federalismo es una forma de organización territorial y política que domina una extensa parte del planeta. M. Frenkel, dentro de su publicación “Federal Theory”, afirma que en 1986 había 20 países federados, con una ocupación del 51% de la superficie mundial y cerca del 39% del total de su población. Años más tarde, en 2003, Ronald Watts en “Les principales tendances du fédéralisme au XXe siécle” reportó la existencia de 24 países federales, con dos mil millones de habitantes, es decir, el 40% de la población mundial en ese año. Entre estos países hay varias potencias mundiales.

La antípoda del federalismo, el unitario o centralismo, representa el modelo tradicional de gobierno, surgido en la concentración de poder de las monarquías de los siglos XVI – XVIII, que las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII o principios del XIX combatieron y que sólo lograron modificar en su contenido, pero no en su estructura.

El Estado federal, por su parte, es un concepto jurídico construido por la dogmática alemana del siglo XIX y que durante el siglo XX impulsó el nacimiento de constituciones con una configuración de estructuras compuestas y que presentan un margen muy amplio para la existencia de entidades sub-estatales autónomas.

Este es, precisamente, el sueño de los federalistas guayaquileños y de otras ciudades, vivir en una Estado que favorezca la administración propia de los recursos. Un ideal que no es reciente. Al contrario, fue una demanda que se reavivó décadas atrás ante la ineficacia de la Ley de Descentralización y Participación Social de 1997 y muchas otras disposiciones que no ha permitido el crecimiento del Estado central ni de sus provincias.

El Ecuador, un país pequeño en extensión dentro del contexto latinoamericano, pero difícil de gobernar, mucho más de lo que nosotros mismos estamos dispuestos a admitir, requiere reformas profundas y aunque el federalismo, por sí sólo no sería una solución a todos los problemas nacionales, no deja de ser un proyecto que merece ser analizado, antes de estigmatizarlo como separatista. (O)

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