Ecuador en llamas / Luis Fernando Torres

Columnistas, Opinión

El fuego lo prendió el Gobierno con una medida económica precipitada, cuyo impacto social no fue debidamente apreciado. Durante los dos primeros días de la protesta, los taxistas y otros transportistas colocaron leña. Cuando la llama parecía apagarse, los indígenas la insuflaron. Los infiltrados y vándalos botaron gasolina para que en la hoguera ardiera el país.

Tanto se equivocó el Gobierno en su medida económica que, ahora,  quiere apagar las llamas con la entrega de nuevos subsidios y compensaciones tributarias. Si ello ocurre, se quedaría sin  justificación fiscal la eliminación del subsidio a los combustibles. 

Cerca de 1.300 millones de dólares anuales se proyectaba recuperar para el Estado con la eliminación del subsidio. Si esa suma se coloca en un fideicomiso y unos 500 millones se destinan a nuevos subsidios y compensaciones económicas y tributarias, como ha ofrecido el Gobierno a la Conaie, la medida gubernamental carecería de razón de ser, a menos que el objetivo central sea terminar con las mafias del contrabando de combustibles a Colombia y a Perú y mejorar, en algo, las finanzas públicas.

La racionalidad económica es ajena a la racionalidad política. Por ello, toda medida económica, para ser eficaz, debe pasar por filtros políticos. La eliminación del subsidio, diseñada por ortodoxos tecnócratas económicos, no contó con ningún filtro. El Presidente firmó el decreto, sin advertir las consecuencias sociales.

La democracia está en peligro. El país, paralizado. Los ecuatorianos, divididos. Y el tan esperado resultado fiscal de la eliminación, de 1.300 millones de dólares, bajaría a la mitad. 

Era natural que la gente iba a protestar en contra de la eliminación del subsidio, no solamente por el incremento de los pasajes y de los productos de primera necesidad sino por algo más, de carácter simbólico. Se le hiere la dignidad a un pobre, a un desempleado,  cuando se le envía el mensaje de  que pague más para movilizarse y comprar sus productos, sin que a nadie importe la dramática situación en la que vive. Es una ofensa que prende los resentimientos. 

Los tecnócratas gubernamentales miraron las cifras y nos las consecuencias. Y el Presidente  cerró los ojos y firmó la eliminación del subsidio. Los gobiernos colapsan cuando los tecnócratas se adueñan del poder. Jamás los tecnócratas deben dirigir los países. 

El Presidente tiene capital institucional para sostener a su Gobierno. Si no lo emplea con “inteligencia política”, la Ecuador seguirá en llamas y el régimen se colocaría al borde de la incineración.  (O)

Deja una respuesta