Dr. Nalo Martínez Rosero / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión


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Nada más satisfactorio que unos productivos años transcurridos, nada más enriquecedor que un trajinar lleno de experiencias, nada más aleccionador que una vida ejemplar. Así fue Nalo Martínez Rosero, hijo, padre, abuelo, médico, científico, emprendedor y un noble ser humano.

Tuve el honor y la satisfacción de conocerlo de cerca por muchos años, y sé que quienes también lo hicieron coincidirán conmigo en que todo lo dicho es poco para un hombre de virtuosismo incorruptible, sonrisa franca, conversación interesante y amistad sincera.

A Nalo jamás le interesó figurar, siempre hizo un trabajo fructífero y silencioso. Hace 26 años, como uno de los fundadores en Ambato del Comité de Amigos de SOLCA y luego, del Hospital Oncológico Julio Enrique Paredes, entregó a esta causa siempre su mejor esfuerzo con un corazón altruista y desinteresado.

Pudo haber tenido mucho dinero gracias a su prestancia profesional y emprendimiento, pero tampoco le interesó. Él forjó su destino en base a tres preceptos: servir a los demás, hacer investigación médica profunda y forjar un hogar unido en el respeto y el amor; esa fue su mejor paga. En otras palabras, Nalo no juró en vano la filosofía Hipocrática.

No obstante, en todos los años que compartí junto a él pude evidenciar que vivió en una franca contradicción, porque por un lado con todo lo que fue e hizo en favor del prójimo, él supo cultivar una virtud divina, fue luz. Una luz que iluminó su alma e iluminó el alma de quienes lo rodearon. Pero a pesar de este lechado de integridad que fue su vida, Alicia, su esposa, con gran sabiduría, supo describirlo también con una sola palabra: simple. Y es que así fue Nalo, un hombre simple, sencillo, sin poses, ni ambiciones de poder ni dinero.

Allí radica esa aparente contradicción en la que vivió Nalo. Grandilocuente al ser luz que enciende, pero a la vez simple, humilde y de corazón manso. Una extraordinaria combinación que confronta las virtudes de los grandes hombres. Por lo tanto, a tener en cuenta que personajes de su porte y talla no son una ‘simple luz’, sino una ‘luz simple’, que aunque parezca lo mismo, es muy distinto, porque Nalo no brilló para destacar, brilló para guiar.

El Dr. Nalo Martínez Rosero deja una huella profunda, y quienes le sucedemos en el camino de la vida tenemos la obligación moral de emularla y continuarla.

Descanse en paz. (O)

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