Dos tipos de cáncer / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión


A una vida frenética, llena de sobresaltos, en que ocurren acontecimientos negativos, en que hasta los placeres se acompañan de complicaciones, invadidos por dos grandes tipos de cáncer frutos de la modernidad: la desconfianza y el miedo. La manera como superemos el estrés, tanto intenso como leve, influye de modo decisivo en nuestra salud y en la calidad de nuestra vida, ya que éste, interviene en muchas enfermedades físicas y psicológicas.


Además, los seres humanos mostramos una gran preferencia por el orden, la continuidad y lo predecible en nuestra vida, por eso propendeos a percibir como estresante cualquier hecho, bueno o malo, que conlleve a un cambio, el grado de este cambio que requieren diversas situaciones indican cuan estresantes son. El no saber manejar las emociones negativas de nuestro entorno, la falta de estrategias educativas en medicina familiar para aprender a enfrentarlas, tiene un alto costo que es el daño a nuestra salud, ya que dependiendo de la intensidad y el tiempo que nos exponemos a las situaciones de amenaza podemos tener cambios como aumento de la presión arterial y del ritmo cardíaco, deterioro de nuestros tejidos, vasos sanguíneos, corazón, envejecimiento precoz, etc. Pulmones, sistema nervioso y otros sistemas fisiológicos se ven obligados a trabajar en forma más extenuante. Se producen profundas alteraciones biológicas y un potente efecto negativo sobre el sistema inmunológico (defensas).

Trastornos como jaquecas, dolores de espalda, irritación de la piel, indigestión, cansancio, estreñimiento, diarrea, y más complicadas como úlcera, asma, artritis, presión alta, diabetes, eczema, entre otras. El estrés prolongado puede incluso acrecentar la vulnerabilidad al cáncer. La psico-neuro-inmuno-endocrinología, disciplina más o menos reciente estudia la interacción del estrés con nuestro equilibrio emocional, del sistema nervioso, de nuestras defensas y de nuestras hormonas.


Mientras la persona pueda producir suficientes mensajeros alegres que contrarresten el estrés de su vida, encontrará que éste puede incluso ser divertido, excitante y retador. El analfabetismo emocional que adolecemos es el que más nos perjudica. Nos urge aprender a manejar y administrar nuestras emociones tamizándolas con la mente discerniente. Una mente jovial, espontánea, imprevisible, no condicionada, abierta a las posibilidades no se siente cohibida por las normas establecidas, renuncia a la necesidad de definirse en términos limitados, tolera la ambigüedad dando lugar a la espontaneidad, es genuina, juguetona y despreocupada que nos provoca risa fácil. Todas éstas son cualidades cultivables para lograr adquirir un espíritu entusiasta y un poco despreocupado.


La energía y la información del mundo se traducen en impulsos sensoriales que se proyectan en la pantalla de nuestra conciencia. El universo consta de campos oscilatorios de energía que se opone a todo intento de definición exacta, todo está interrelacionado, cualquier perturbación que se produzca influye sobre todo lo demás, de allí que nuestra mente tiene la capacidad de crear un universo a cada instante, un cuerpo nuevo, un ámbito de vida entusiasta, espontáneo y fluido.


Cuando uno se abandona a la risa entra en el mundo presente relajado, suelta el pasado y se olvida del futuro, pierde la noción del tiempo, entra a participar en el mejor remedio para el cuerpo y la mente, ya que la risa, fortalece las defensas, eleva la tolerancia el dolor y ayuda a aliviar la ansiedad. (O)

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