Disyuntiva de vida / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Un nuevo amanecer, hizo del pasado lunes doce, un día lleno de esperanza y optimismo para la población heterogénea y diversa de este País nuestro, anhelante de otros aires y de vientos que empujen la nave hacia mejor puerto. 

Quedó claro que, para que eso ocurra, no sólo es indispensable un triunfo electoral, sino el compromiso de todos de hacer la parte que a cada uno compete. Porque si una pieza de ese engranaje llamado sociedad ecuatoriana falla, sí alguien no hace su trabajo, o se desentiende de la tarea que le ha sido confiada, toda la maquinaria se viene al piso. 

Por ello, la primera lección aprendida, después del triunfo electoral es que a partir del día después, cada uno de nosotros debemos hacer, desde el sitial en donde estemos, el esfuerzo y la tarea que hagan posible una patria mejor. Solo así saldremos adelante y daremos vuelta de página a ese pasado oprobioso.

Mientras tanto, el nerviosismo, propio de quien por primera vez se enfrenta a la disyuntiva de escoger: entre inocularse o sucumbir, hace presa fácil y deambula por entre las miradas de cientos de adultos mayores, que acudieron a las instalaciones de un plantel educativo, destinado el domingo a recinto electoral y ahora, a posta temporal de atención de salud, con la esperanza de alcanzar un cupo extraordinario para vacunación, una vez que concluya la atención de los turnos y asignaciones oficiales notificados a los beneficiarios inscritos con antelación en el sistema.

Su persistencia, tuvo frutos y finalmente, con un papel numerado a mano alzada, se ubicaron en las sillas dispuestas bajo unas carpas, de frente a las mesas de trabajo en las que funcionarias del MSP registraron sus datos, y el personal médico y de enfermería tomaron sus signos vitales.

Una larga fila les separaba del sitio destinado a vacunación y su paciencia, superó con estoicismo las casi dos horas y media necesarias para tan ansiada inoculación. 

Llegaron uno a uno a las estaciones de enfermería y entre temor y alegría, sorpresa y esperanza, recibieron la dosis, pasaron a un espacio común para descansar y finalmente de esperar por una nueva revisión de signos vitales, sus pasos los encaminaron, con un nuevo rostro (protegido tras mascarillas y visores) a la calle que aguardaba por ellos. 

La decisión adecuada y oportuna para proteger la vida, había tenido éxito, tanto como la jornada dominical en la que ganó el País. No la derecha, ni el centro, ni la social democracia, ni el liberalismo. El Ecuador como un todo, monolítico y pujante.

Para entonces él atardecer, ya era testigo de un cambio. (O)

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