Diezmeros /Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión


Comienzo señalando que aparte de Norma Vallejo y María Alejandra Vicuña, aún faltan muchos otros “peces gordos” que caigan por extorsión en el cobro de “diezmos” a sus colaboradores y empleados. Sinceramente, espero no tarden en hacerlo. Dicho esto, es preciso señalar varios cabos sueltos en torno a este bochornoso caso:

  1. ¿Por qué las agrupaciones políticas cobran un porcentaje del sueldo a las autoridades electas en las urnas y a sus respectivos empleados, si el CNE ya asigna un monto considerable para ellas? Hacerlo no es ilegal, ciertamente, pero con mucho es abusivo e inmoral, por tanto, el mismo CNE debería auditar permanentemente también este tipo de dineros a ver cuánto reciben y cuánto y en qué gastan.
  2. Lo anterior significa que absolutamente nadie podría realizar cobros en una cuenta que previamente no esté registrada en el CNE, y por tanto rinda cuentas al SRI con su RUC vigente, aún aquellas organizaciones como ABA sin personería jurídica. Si hacen política, que la hagan desde el inicio dando ejemplo de transparencia.
  3. Todos los políticos involucrados, especialmente aquellos seudo-socialistas comunistoides que dicen luchar por los derechos de los trabajadores, han demostrado una vez más que tal precepto es puro cuento, suena bonito y les sirve para hacer populismo, pero jamás les importó en lo más mínimo practicar con descaro e insolencia lo que en sus discursos decían combatir: la extorsión al más débil.
  4. Y el líder de toda esta trama de sinvergüencería, el que más gritaba que los trabajadores son lo primero, el que se jactaba que había gobernado para los más pobres, él, hoy prófugo de la justicia en Bélgica, era, de acuerdo a uno de sus asambleístas, Christian Viteri, quien ordenaba hacer los cobros a los asesores.
  5. Vicuña antes de irse, como toda buena estudiante de las mañas correístas, se llenó la boca con discursos de ética y de pulcritud en sus actos, acusó a terceros (porque ellos jamás cometen ningún error), amenazó con enjuiciarlos, se victimizó señalando que la persiguen porque es mujer y de izquierda, y lo más simpático de todo (tal vez una de las lecciones mejor asimiladas de su anterior jefe) aprendió a envalentonarse: el tono de voz altisonante, una sonrisa socarrona, la postura tosca y la verborrea cansina, características inconfundibles que por más de 520 sábados sembraron antipatía y repulsa, pero que a no dudarlo calaron en una actitud idéntica en muchos de sus pupilos.

Que no canten victoria aquellos socialistas explotadores. Ya van por ellos. (O)

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